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jueves, 20 de enero de 2022

 

Coincidencias

Omar Jayyam y Eugenio Rivera, diálogo poético en la penumbra del Hades

    El silencio inunda la sala con llamativos tapices colgados en las paredes entre las filigranas de escayola de las ventanas. El público se ha marchado hace unos instantes. Todavía se oyen los últimos pasos sobre las maderas de los escalones. El viejo palacio es un oasis de silencio en mitad de la gran avenida, donde la vida se escapa entre semáforos, un vendaval de motores y luces cegadoras. En mis manos el libro de Rubayat, de Omar Jayyam (Ghiyath al-Din Abu l-Fath Omar ibn Ibrahim Jayyam Nishapurí, nacido en 1048 en Nishapur, Irán, fallece en la misma ciudad en 1131. Colección Poesía de Ediciones Vitruvio). Sus versos aún resuenan de la voz del también poeta Eugenio Rivera. Como relámpagos en mis sienes surgen confesiones, tristezas y desvaríos de su último poemario Memorias del Derrumbe (Ediciones Vitruvio, 2021). 
    Entre el sortilegio y, en la búsqueda de la belleza, escucho como se mezclan el persa y el castellano, casi mil años después, en un diálogo en esta mi penumbra. Me agarro al "introito" de Jesús Lizano a los versos de Omar Jayyam, "era un poeta filósofo. O un filósofo poeta... Un transubstanciador...". De su rapsoda y también poeta, Eugenio Rivera, en cada poema hay una historia, una cicatriz del alma; es el primero que se desnuda en la noche. No sé si lograré remontar el abismo al que me empujan los versos de estos seres/filósofos/poetas; más allá de que disienta del propio Lizano que augura: "Un poeta sólo puede ser entendido, captado, por otro poeta".

Desde las entrañas II. 
Zaida Escobar.
Eugenio Rivera: Todo ha acabado. ¡Todo! Por sorprendente que sea ya no puede hacerse nada. Solo queda el vacío...

Omar Jayyam Compañero: aprovecha todos los momentos/para entregarte a la alegría,/ pierde todos los sentidos confundíendote en el amor./Trae y llena la copa; ¿no ves acaso/la procesión de la vejez, su paso ininterrumpido?

E.R.Fotografía. Sentada en la silla/ del abuelo./Con la cara/de infortunio del abuelo./Dos ojazos de mimbre/nos miran... (Eugenio calla, luego levanta sus ojos perdidos en la oscuridad) La noche tiembla en el bosque insomne/Las flores rojas tiemblan en el jardín/Yo tiemblo entre los cadáveres futuros...

Zaida Escobar.
O.J.: La noche es un pájaro de mal agüero/que nos oculta el día hermoso./Oigo hablar de alguien que crea los seres y los destruye./No comprendo esta creación insensata.¡Alegremos la memoria/ y enternezcamos el corazón! ¡Bebamos!

E.R.: Laura. Los perros de la tarde/alojan sus gritos en mi ventana./Con la urgencia del huracán/ las vanas torres despliegan/en su confusión el deseo oscuro/de los astros del miedo...

Monstruo de dos cabezas. 
Zaida Escobar.
O.J.
: Lleva agua -compañero- y derrámala a chorros/sobre el fuego terrible de la angustia./¡Depierta, compañero! Nubla bien tus sentidos/no sea que llegues a la última morada con las manos vacías. (Omar alza la copa) Magníficas mujeres seductoras,/vino en abundancia y queso y miel/dicen que nos esperan en el paraíso... Entonces/cómo no había de adorar una sola copa de vino y una sola mujer...

De Caminares. Zaida Escobar.
E.R.: Mis amantes. Diez como cien días y sus noches/Laura, rosa y amapola/Claudia, dos besos fugaces/Carmen, una sonora bofetada/Franca incendio voraz/Rosa, tortitas con nata/y sirope de caramelo/Carla ombligo furtivo/Bárbara, dulces ojos de gata/Inés, juegos secretos y traición/María Eugenia, sueños y pesadilla/Guillermina orgasmo triste./Todas estáis, mis amantes, amadas mías,/ no faltáis ninguna.../Todas habéis venido/como si fuera mi entierro.../Guardo una rosa de papel/para todas y cada una de vosotras.../¡Lástima no haberos encontrado... nunca!

O.J.:
Desde las entrañas II. Zaida Escobar.
Estoy muy por encima de las imbecilidades/aunque me acusen los simpatizantes de todas las sectas y religiones./ No me importa que me llamen borracho o que me llamen ateo./ No soy esclavo de nadie ni a nadie pertenezco. 
(Y buscando en su Canto Quinto. Rubais de Alá, Vida, Amor, Vino, entona). Mis años más hermosos han pasado,/la primavera se ha ido/y ante el otoño dolidos/los pájaros juveniles han levantado su vuelo... (con mezcla de tristeza y enfado) Del Rubais de la Vida, canto segundo. -¡No!, contestaría si me consultaran para nacer./ Cuánto me he lamentado por haber caído en este calabozo asfixiante! ¡Cuántas lamentaciones/por haber venido, por haber crecido y vivido en él.

    Temiendo que estos dos poetas, embebidos en sus versos y recuerdos, me arrastren al Hades, llego sigilosamente a la puerta y comienzo mi fuga por las escaleras de la ilustre casona. Fuera, todo es silencio. Atrás se desvanecen los últimos pensamientos de Eugenio...

E.R.:
Cisneros (detalle). Zaida Escobar.
...Yo estoy muerto por completo. ¡Muerto al fin! Por tanto, instalado confortablemente en mi nueva naturaleza, puedo romper el silencio para decir todo lo que me venga en gana. A partir de ahora los Otros no me lo pueden impedir. Es el momento, el íntimo momento eterno, en el que puedo exhalar un suspiro de alivio y sacar a la luz sin miedo mis olvidadas Memorias del Derrumbe... ¡Sea!

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