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sábado, 8 de octubre de 2022

 Coincidencias

De la Trilogía de Rafael Cabanillas


La voz de los silenciados: Quercus enciende su memoria tras la raya del infinito

Es otoño en el Retiro. En la Biblioteca “Eugenio Trías” un grupo lectoras rodea la mesa donde el escritor Rafael Cabanillas Saldaña (Carpio de Tajo, Toledo, 1959) firma los ejemplares de su última novela Valhondo. Es el tercer volumen de la trilogía “En la raya del infinito” que conforman Quercus (2019), Enjambre (2021) y Valhondo (2022).

Al fondo, Eugenia Barragán lo observa mientras surca una sonrisa y retiene motas de lágrimas en sus ojos: “… me ha devuelto a mi hogar, con mis padres y mis seis hermanos, a las Navidades en las que éramos tan felices con tan poco…, aunque los Reyes Magos no llegasen al cortijo para nosotros, porque no sabían que vivíamos allí; pero mis padres nos hacían reír, jugar…”. Volvía unos días, para entonces, de la Escuela/hogar donde entró con cinco años, interna; su hermana fue con las monjas. En casa, su padre, guarda de finca, llegaba con su salario al pan, y poco más, para tantas bocas; además el señorito “no se podía permitir que un hombre faltase un rato cada día para traer y llevar a sus hijos al colegio”, deja caer entre la ironía y la amargura, pero sin rencor. Triste pobreza llevada con orgullo y fuerza. Su madre, y ellas, siempre repiten que han sido felices; aunque sienten, ahora como madres, el sufrimiento de aquellos días la suya el separarse de sus hijas “para tener una vida diferente”. Es una de las tres mujeres que se “atrevieron” a escribir a Rafael Cabanillas. Mujeres que aprendieron en la dureza de sus vidas “lo que es la dignidad, el amor propio y ese germen de esperanza en que las cosas pueden cambiarse”.

Porque los textos de Cabanillas tienen una carga literaria indiscutible, pero sobre todo emocional y de raigambre en la Memoria Colectiva de los pueblos de los Montes de Toledo. Montes del imaginario que trasponen cualquiera de las cordilleras o lugares de acceso intrincado y aislamiento casi perpetuo. Rafael, escritor rabioso y metódico, crea y narra sus miles de peripecias personales y ajenas, interiorizadas por estos Montes, por África o medio mundo por el que ha vivido, viajado, o representado desde la política (fue director general de Turismo en la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha). Escucharle en lo que denomina ya "Territorio Quercus", en el paraje natural de sus demarcaciones literarias, es un viaje a la historia de la mano de un todavía "joven activista" contra el poderoso y el déspota. Trae al instante, entre jaras, la política y la ética de Aristóteles hasta la duda de Descartes. La muerte o el asesinato, le llegan de la narrativa de Dostoyevski, o de La madre, de Máximo Gorki (y ríe, ríe agradecido por cuantos le leen y le escuchan, y esos son muchos, como en la novela del ruso, "un pueblo que ha sufrido"). Ha escrito una decena de libros que van desde la literatura infantil a la de viajes, y se podría decir que con esta trilogía se ha adentrado en las profundas raíces de la literatura ilustrando como trascendente lo cotidiano en una naturaleza austera, la lucha por la supervivencia, al ser que descubre el Amor, que mata, y que sobrevive entre la esperanza y el desconcierto, entre la sabiduría universal sobre lo que ocurre en esa naturaleza y la ignorancia frente a la cultura oficial (que ha hecho a tantos seres sentirse menospreciados, minusvalorados en sus vidas).

Montes de Toledo. De Blog Almanaque Natural.

    Esta trilogía de Quercus continúa las secuelas de una larga y sutil tradición de denunciar la injusticia, o la soledad entre las vidas de unos protagonistas, que, en el caso de Cabanillas tienen rostro, manos y corazón. Y en nuestra literatura reciente son varias las obras que sirvieron, seguramente, de espejo, aún sin intención exprofeso para nuestro autor, como La lluvia amarilla (1988), de Julio Llamazares, con la soledad y la muerte de los pueblos abandonados; Los santos inocentes (1981), con la dominación inhumana por el capricho de los "señoritos" en sus cortijos, o El disputado voto del señor Cayo (1986), de Miguel Delibes; Réquiem por un campesino español (Mosén Millán en 1953, título actual de 1960), los estragos de la muerte y el miedo, de la religión maldita de los malditos que ganaron y olvidaron el pendón de la piedad, de Ramón J. Sender; Viaje a la Alcarria (1948), el señorito que se pasea por unas tierras yermas por la guerra, el fanatismo de los vencedores y la ignorancia premeditada desde el poder, o La familia de Pascual Duarte (1942) el asesinato y el castigo para quienes ya vivían en cochineras, de Camilo J. Cela; o Doña Perfecta (1876), novela ideológica con la tragedia en ambientes donde el dinero paga asesinos y dulcifica las penitencias para el perdón, de Benito Pérez Galdós. Así innumerables retales y radiografías en la literatura española para recoger los despuntes de lo que llamaríamos, con retranca, la “España profunda” y las consecuencias que ello ha dejado, o ha calado en el entendimiento colectivo por lo que vemos y sentimos alrededor: esa fatalidad que se ha ido pegando como el musgo a las paredes de nuestros pueblos y aldeas, donde los asesinatos, las muertes, o las desgracias parecen tener un eco ampliado por las hoces escarpadas de rocas y montañas; algo que cuesta alejarlo del mundo rural, al que interesó verlo más asilvestrado, y que se mantiene en algunos canales de la sociedad como factor diferenciador.

Quercus tiene mucho de supervivencia, de explotación, de miseria, de Amor, de juicio humano que se salta las leyes injustas impuestas. Abel no llega a ser un maquis, pero se echa al monte durante la guerra civil; sobrevive con ingenio, le guía el orgullo, siente el miedo, conoce el amor, lo disfruta, y, a pesar de poder vivir como un “vendido” opta por la rebeldía y la justicia, aún de su propia mano. El ambiente de la novela cruza dos espacios que se dieron en una generación de escritores, aquella novela existencial de los años cuarenta, y la narrativa de lo social de los cincuenta. El autor viaja de la mano de sus personajes por esa naturaleza salvaje, cruel, pero a un tiempo bella y tierna, exuberante, por matorrales y ríos. Se mimetiza con el paisaje y el paisanaje. Rafael Cabanillas donde vio a su entrañable y serrano “Paquillo” tirar con honda su personaje la lanza con igual tino; donde estuvo la leyenda y cueva del muerto allí planta el cobijo del huido, donde se bañaba con sus hijos, en un remanso del Estena, en pleno parque natural de Cabañeros, allí se arropan los cuerpos de los enamorados bajo tres lunas eternas embrujadas. Y luego, que no tiene, o que sí, mucho que ver con la historia de estos parajes, el dueño de las tierras, del cortijo, "don Casto", el dueño de los montes, el que arremete de hambre a los pueblos. Curioso paralelismo con aquellas biografías de apellidos nobles de andanzas políticas y terratenientes, quienes partían con alambres de espinos los collados y colocaban grilletes a los que se rebelaban contra las leyes que también dictaban, a todas luces injustas, para sus intereses. Tanta tensión acarrea muerte. Primero de corzos, de aves, de hombres y mujeres hambrientos, desechados cuando no son productivos. Ahí surge de lo más interno otro Jeremy Bentham (1748-1832) y su Utilitarismo como filosofía práctica para desencadenar lo que es mejor para la mayoría. La muerte le llegará también al “cerdo”, tendrá su "San Martín".   

    Después de Quercus, ya dentro del territorio de los Montes de Toledo, era muy difícil seguir ese personaje que fue Abel. Surgirá una aparente antítesis de personaje y de ambiente en Tiresias (aquel adivino ciego en la mitología griega, de Tebas, hijo del pastor Everes y de la ninfa Cariclo). El protagonista de Enjambre se llamará así. Sus padres son el pastor Jacobo y una mujer dulce y entregada, Remigia (igualmente maternal como lo fuera Cariclo con su hijo, y por otros referentes con Aquiles). Todo se mantiene en la raya de lo imaginario y lo real, como en los Mitos. Y aparecen más rayas, la de Portugal, y una ráfaga del vecino Eustaquio, con el que tienen rota toda relación, sin hablarse, como las dos, o las tres, "Españas". La luz está por llegar, y el siglo está más que mediado, casi al final del XX. Lo que llega es la radio, la voz de una locutora en la noche que despierta el espíritu de Tiresias y, a partir de ahí, la obsesión por hablar con quién le habla bajo las estrellas y barniza toda la pobreza y soledad en la que subsiste con sus cabras, lúcido y único, avezado y despierto. Como si hubiera atravesado el Hades, Tiresia recobra la visión hermosa del mundo con unas gafas que por fin le llegan desde el cielo de las ayudas públicas, dígase la administración capitalina; esto embellece la visión del mundo y donde otros seres, como las musas o las ninfas griegas, le llegan de la mano del maestro que lo guía hacia otro universo que, poco a poco, lo va alejando del que era natural. Quizás Cabanillas, con origen del mito de Tiresias, aquel que sintió como hombre y mujer -pues cambió de sexo dos veces por haber matado a serpientes macho y hembra en pleno coito-, y con ello atrajo la atención de Zeus, dote a este personaje del arrojo y fuerza atribuida a lo varonil y la sensibilidad e intuición de la feminidad. Y lo urde en el largo camino de la educación, del esfuerzo, de los maestros..., idea recurrente de Cabanillas el maestro, siempre educare y educere. Y también de un radical que reivindica el no olvido de las tierras que tanto tardaron en tener luz y agua, algunas hasta avanzados los años ochenta, hasta entonces pasto de ganado, caza y campos de tiro (Quercus y su autor movilizando los montes, consiguieron que el expresidente de Castilla La Mancha, José María Barreda, reconociera que no se había hecho todo lo posible con estas tierras, en referencia a la lucha con el campo de tiro de Cabañeros y su posterior despegue socioeconómico). Todo es posible, queda todavía una oportunidad de reequilibrar los mundos, parece decirnos Cabanillas, aunque no se esperan, ni se desean, más dioses.

    Valhondo, la última novela de la trilogía, es aquella que vuelve a lo recóndito del ser humano, pero en su infancia, en su ductilidad, en el alma pura que es capaz de, y a pesar de no tener más que lo indispensable, lo mínimo, manifiesta entusiasmo, puede albergar la esperanza, de la mano del guía, ilustrado en la urbe; juntos caminar hacia la utopía, sin ir muy lejos, que se pierde la realidad. El maestro joven, quizás el autor se desnuda, en su propia autobiografía, inocente y atrevido, sin complejos. Mete en su maleta la teoría de León Tolstói (1828-1910), y su escuela libertaria “Yásnahia Poliania”, con un cierto aire bucólico cargado también de una cierta "no violencia activa" como aquél anarquista cristiano. Busca la remisión de la condena a la ignorancia, buscará la libertad de todos, sin distinción de edad, de origen, de odio, de muertes a las espaldas, de magia…, de miedo, de abandono, de huida. Un maestro joven en una escuela unitaria en un mundo marcado por otras reglas. Él trae la utopía de un ilustrado, pero no el confort y el palacio, y se encuentra con los restos de una naturaleza sitiada para los dueños, con los rebaños de corzos y ciervos, gamos y jabalíes cebados para la caza del flirteo de los poderosos, con el reciclaje de lo inútil ya, lo poco que no puede utilizarse en los hogares de paredes de cal y camas de hierro cromado, o negro, como las mortajas, con el agua corriendo en los regatos, pero sin baño en las casas, con la carne del furtiveo, y el odio entreverado, la muerte de un resentido, pero también el afecto y la firmeza cumplida de que es posible, lo atisba, un cambio en el ser humano si se hace desde temprano y con fe. Mas, al final, el Amor, quizás el miedo a sucumbir, la búsqueda de otras rayas, hacen perderse entre la noche del deseo y lo real, las ruedas de un vehículo que no volverá nunca por esas carreteras nerviosas, de cúspides de vuelos de rapaces sobre la coronilla, de sonidos marcados por la berrea de los venaos… Allí, el punto y final. Todo quedó quieto. O no. Quizás se pueda volver a empezar. Sergio del Molino, habla de un "carlismo subyacente" muy difícil de erradicar en algunas zonas rurales. Algunos le critican, y hasta ven viejos mitos sobre el mundo rural ya desfasado. Esto queda a cuenta de cada lector que viaje o lea estas novelas y otras que nunca cierran el círculo de la totalidad.
    En estos tiempos convulsos y de graves crisis, como siempre en la historia, se habla de las “rayas” infranqueables, aquellas que no debieran rebasarse por el ser humano. Pero ahí está la “invisibilidad”, aquella que lleva tantos años, como los muebles viejos a los que nos acostumbramos en casa de los abuelos, pero que es el mundo rural, visible sólo para el otro “mundo visible”, el dominante, el urbanita, como escenario de cartón piedra para el uso puntual de retiro, de vacaciones secundarias, fiestas patronales, pasado de infancia impostado. Se discute de si el origen de aquella emigración, para algunos “huida” de la miseria, fruto de una política intencionada que fue vaciando los pueblos, o de una escalada de obligado abandono “preparado”, gestionado desde distintos poderes, con fines muy determinados que producen ese vaciamiento, la “España vaciada”. En ello, la literatura, cargada en distintos momentos de la historia de textos sociológicos o ensayos -como es el caso de La España vacía: viaje por un país que nunca fue (2016), de Sergio del Molino-, se acompañaron antes de otros que dieron ciertos toques de aviso que retomaron determinados grupos sociales que terminaron formando coaliciones políticas (hablamos de la plataforma España vaciada, o Revuelta de la España vaciada en Castilla León, con Soria ya... y tantos otros de las provincias más lastradas, veintitrés que tienen una media por debajo de la nacional, por el fenómeno. Un éxodo que se iniciaba en los años “50” del pasado siglo y que, en este cuarto de siglo, casi del XXI, abarca casi el 90% del territorio español (además de Castilla León, Lugo y Ourense de Galicia, Aragón, La Rioja, Extremadura, de Castilla La Mancha: Guadalajara, Cuenca, Albacete y Ciudad Real, y de Andalucía Córdoba y Jaén. Suponen un 58% del territorio nacional con un 17,2% de población, a finales de 2019 según el Instituto Nacional de Estadística (INE). De una conciencia que no ha desaparecido, de una rabia contenida, y de una desesperación palpable, han surgido grupos y plataformas políticas que están en el Congreso de los Diputados y en distintas administraciones regionales. Al autor Rafael Cabanillas no le toca dar la solución, pero sí dar el grito de atención, del peligro de la extinción de la esperanza.
    Otras mujeres, otros hombres, tuvieron “otra suerte”. Cabanillas presentaba el primer libro, Quercus, en San Pablo de los Montes, su primer destino como maestro, narrando sus experiencias, y cómo su vida había sido marcada por los Montes de Toledo, y por las gentes de aquella tierra, y hablaba de la miseria a la que eran arrastrados muchos guardas o trabajadores de las fincas que rodean el pueblo. De pronto, una algarabía distraía a los asistentes. Ese 24 de julio del año pasado se casaba Carmen Tur de Montis, hija mayor de Francisco de Asís Tur de Montis Figueroa, conde de Yebes, ya fallecido y enterrado en el panteón familiar de los Romanones, en Guadalajara. Un guarda vestía el uniforme de gala para esa ocasión; Rafael no pudo reprimir un “parece que el tiempo no pasa”. Esto trajo cierta polémica en el pueblo, aunque no llegó la sangre al río. A Cabanillas le dolió que ciertos sentimientos, como la gratitud -fruto de la ingratitud-, y el sometimiento, sigan arraigados y que las redes del poder se sustentan en buenos resguardos, leyes y cumplimientos legislativos difíciles de cambiar y hasta de comprender (no hacía muchos años que esa mujer, entonces niña iba a lomos de un caballo con su padre, que no bajó ni permitió discusión, mientras ese guarda impedía con una escopeta el paso a un grupo de reivindicadores de las “desaparecidas” “servidumbre de paso” por las tierras del Conde, coincidencias de la vida). El pueblo arracimado alrededor del coche de los novios no lo veía así. Era un detalle con ellos, tan sencillos, con un presente que ya no tenía sesgos de aquella vidurria y somentimiento. El espectáculo merecía un coro. La televisión sacaría sus bustos y serían ídolos por un instante. Y no es para tanto, la historia ya no es así, nos codeamos con ellos y ya no hay clases, somos todos casi iguales, se decían en los corrillos. Y si no, pregunten a cualquiera qué haría porque eso fuera real, hasta dónde llegarían a apostar o luchar, y no una mentira piadosa para no crearnos conflictos y malasleches. Porque al final ¿para qué?

    "Querido Rafael: mi padre fue gañán, carbonero, segador, guarda... Cruzó la sierra sin descanso, zancada a zancada..." dictan las primeras palabras de la carta de Carmen, nacida en San Pablo.

Al final, Rafael Cabanillas, sigue con su voz intentando hacer un mundo más incardinado a la naturaleza, más habitable, sin compartimentos estancos para tantos desclasados desparramados en las historias de los montes; para que los cielos que bañen Quercus, repartan las mismas gotas de justicia para todos; y entre todos y todas, su nieta y estrella en la noche que le llama abuelo. Ella es Muna, pero también podría ser Luna, la calle donde nació este singular escritor; luna que le guía en la noche, como la voz de la radio a Tiresias. Para ser esa voz de los silenciados.



 


lunes, 15 de agosto de 2022

Coincidencias

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Perdidos con Petrushka en el último acto de indignidad

    Petrushka, marioneta tradicional rusa de paja y serrín, es el título del famoso ballet de Ígor Stravinski y Alexandre Benois (invierno de 1910-11). En un teatrito en la Plaza del Almirantazgo de San Petersburgo (1838) se abre el telón y aparecen tres muñecos bailando. El Moro y Petrushka están enamorados de la Bailarina, pero ésta prefiere al Moro. Petrushka, celoso, agrede al Moro; el Charlatán, dueño de las marionetas, encierra a Petrushka. La Bailarina lo visita, y aquel, emocionado, le expresa su amor con brusquedad. Ella, asustada, huye. En la tercera escena aparece el Moro, también prisionero, pero feliz con su situación. Entra la Bailarina, la halaga y ella se deja abrazar. En ese momento entra Petrushka que amenaza al Moro. Éste se defiende con su cimitarra y lo hace huir. En la última escena continúa el Carnaval sin que el público se haya dado cuenta de lo que sucede dentro del teatrito. Sólo se asusta cuando el Moro mata a Petrushka. La policía e interroga al Mago, pero en el suelo solamente hay un muñeco de trapo. La fiesta termina, todos se retiran y el Charlatán se lleva a Petrushka, que reaparece como un fantasma en el techo del teatrito con gesto amenazador. (Nota: En la desaparecida Unión Soviética Petrushka estuvo presente en el teatro de agitación, defendiendo a los campesinos pobres y atacando a los kuláks, grandes propietarios agricultores, antiguos zaristas, que se oponían a las colectivizaciones.)

    En el teatrito, la policía no detiene a su dueño, a los actores por supuesto tampoco, pues son de cartón. Pero en la vida real, muchas veces, se ha matado al mensajero. Son los cientos de casos que podemos enumerar. Comencemos con Julian Assange, en su trabajo periodístico, acusado de publicar documentos secretos que desvelaban posibles crímenes de guerra del ejército de Estados Unidos. La petición de extradición de aquel país a Reino Unido puede suponerle una prisión extremadamente alta y, por supuesto exponerlo a sufrir violaciones de los propios derechos humanos.

    Y qué decir de la muerte, del asesinato que probablemente quede impune, en menos de 48 horas, el pasado 12 de mayo, de tres periodistas en distintos puntos del mundo: Yesenia Mollinedo y Sheila Johana García (México). Shireen Abu Aqleh (Palestina). Tres muertes que se suman a incontable compañeros y compañeras de la información en todo el mundo; muertos, o prisioneros como está ocurriendo en el transcurso de los bélicos por dar la visión de lo que está ocurriendo, o sobre las mafias que controlan el tráfico de personas...

    No hace muchas fechas asistimos a la obra Moria (texto de Mario Vega, de Unahoramenos producciones, 2020); una experiencia teatral dentro de una tienda como la de un campamento de refugiados, donde la olla con especias llega al olfato, y las lágrimas y cuerpos de las actrices salpicaban nuestros pechos, con su angustia, esperanza y vergüenza con el trato a los desplazados por cualquier causa. Y debajo, siempre latente, el miedo al desenlace, a la muerte, que llega bajo el fuego que se propaga por los plásticos de las tiendas de campaña miserables. Un fuego emocional que arrasa con los aplausos de un público que, después de vivir en silencio, descalzo, se siente desorientado, en el silencio, en cómo salir ahora de ese momento tan vívido y volver como si tal cosa a nuestra experiencia cotidiana y lo por venir.

    Desgraciadamente es otra denuncia sobre la inhumana situación en la que se vive en los mal llamados campos de refugiados. Pudiera ser en la Isla de Lesbos (Grecia), donde conocieron sus creadores a tres mujeres y sus testimonios reales. El único elemento de ficción con el que se jugó para la puesta en escena es que Saleha, Zohra y Douaa se conocieran. Desgraciadamente, el resto del texto es una expresión artística basada en datos reales. Pero aquí nuestra historia más cercana nos acercó también a los campamentos saharauis. Y aquí el sinnombre a la acción del gobierno español sobre la modificación del actual estatus al pueblo saharaui asumiendo la posición del marroquí... 
Primero los muertos por las concertinas,
ahora con los disparos y palos de la policía marroquí.
El faro de Ceuta.
    Además de Marruecos, también nos hunde en la miseria de la indignidad los hombres muertos en Melilla por buscar un lugar donde trabajar y comer, o huyendo de las guerras y los terrores de la injusticia... Decenas de muertos, heridos y arrestados por la policía marroquí con la anuencia y el deje de las autoridades españolas para que campen en sus persecuciones por el territorio español, y el cinismo de valorar ese trabajo como una colaboración ante las mafias que traen estos desesperados hasta la valla.
Fotografía de Borja Hermoso, El País.24-10-2016.
    Una España, un gobierno, PSOE, Podemos e IU con apoyo de nacionalistas vascos y catalanes, que por otro lado trata de recuperar una verdadera Memoria de la Historia a trompicones. Como la declaración de ilegalidad del régimen franquista y el reconocimiento de víctimas del mismo hasta 1983. Ni en la fecha se han puesto de acuerdo las fuerzas políticas de la derecha que, por otro lado, sigue sin reconocer esta importante y definitiva parte de nuestra historia reciente, cosa que sí han hecho en los países de nuestro entorno como Alemania y Francia.
    Una vez más el teatro alza el telón para abrir conciencias. Molotov (bomba incendiaria, utilizada por primera vez en la guerra civil), es la obra que habla de Cipriano Martos, miembro del PCE, antifranquista, muerto en una cama de un hospital con ácido en el estómago, después de ser torturado, todavía es un misterio. Pero también están Salvador Puig Antich, detenido ocho días después que Martos, y tantísimos otros. Ante el silencio de la Justicia en España, su hermano, Antonio Martos, presentó querella en Argentina. En la sala estaba Pablo, no era necesario su apellido, del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), encarcelado y también torturado, emocionado después de ver el montaje, para hablar que no se reconoce la historia, la otra, la no oficial de los golpistas y luego fascistas durante casi cuarenta años, de cómo decían ser del PCE para ser mejor tratados o de la fuerte represión a los movimientos asambleístas, y posteriormente el desprecio para quienes no quisieron pactar la Transición en los términos y condiciones que conocemos. En la sala comentarios sobre el miedo a hablar de nuestros, mayores, de la censura y autocensura en los colegios e institutos para poder aprender, y no digamos de los medios de comunicación, en manos de quienes ya sabemos.
    Pues bien, aquí llegados, Petrushka nos puede servir, para analizar el "jolgorio" perenne en el que vivimos como público, en un Carnaval perenne, fiestas religiosas que se perpetúan y ¡ay! de quienes las pongan en duda, y de la paganas y de las inventadas sobre el plástico de una cultura de modernismo de móvil (atrás, o al tiempo, el fútbol y los toros) y "pandereta".
    No nos damos cuenta, o no queremos ver, el cómo viven y sienten seres, que en el teatrito son de cartón, pero en las calles son de piel y sentimientos, y cómo la muerte puede llegarles de la forma más devastadora e inútil. Algunas veces nos toca, pero si eso no ocurre... 
    El espíritu de Petrushka, sobrevolando el techo del ballet, tiene muchas interpretaciones: odio, revancha, la conciencia del que está o se siente oprimido que no descansará hasta que crea llegar "su" justicia. Porque mucho público quiere seguir siendo "inocente", vivir en Babia, para terminar siendo indolentes ante la opresión, la equidad y la justicia. Si viene al caso, con algunos apuntes de lo que hemos visto que está ocurriendo, y tanto que se queda en el tintero ¿no sería interesante volver a crear estos "teatritos" para contarlo a los niños y niñas, dado que los adultos parece que no deseemos que pare la farsa de este Carnaval de la muerte?
Las camas de la muerte,
Francisco de Goya (1812-14).
Museo del Prado.


miércoles, 26 de enero de 2022



 
 

Coincidencias

Hermanas masturbadoras y monjes puteros: bulos distractores de realidades inconsecuentes en la Iglesia 

    El morbo por lo sórdido, lo cruel, lo prohibido, no tiene límites en la conciencia del ser humano, la historia y las historias que los hombres han contado y practicado dan muestra de ello a través de documentos, literatura, sociología y psicología. Cuando se trata de enjuiciar ciertas conductas que se producen en un contexto bajo la tilde de religión surge un debate que suele acabar, en cualquier rincón del mundo, con grietas y confrontación en la convivencia, cuando no la muerte. La crítica o análisis de los dogmas -hasta el humor a partir de ciertas imágenes o símbolos-, termina con la eliminación del emisor en el peor de los casos.
Símbolos de las tres religiones
monoteístas.
    La inquietud del hombre desde el inicio de los tiempos, el temor y la comprensión de la naturaleza, su sentido en la vida, el sentido de trascendencia, el juego de la consciencia/inconsciencia, ha movido al ser humano a crear el mito (el mito que pervive en  miles de millones de seres, según sus jerarcas, líderes o guías). Gestores de la aniquilación de la Razón, que han vislumbrado en los ritos, jerarquía y organización, un medio propicio para la dominación; los mitos creados a lo largo de la historia, han asegurado hasta nuestros días ingentes lucros de poder fáctico, económico (amén del inmaterial y consustancial del pensamiento sobre la conciencia colectiva). Toda una inversión muy lucrativa durante milenios. Es bien sabido que las religiones cuentan entre sus filas, sus ejércitos, con fieles y soldados. Esos "ejércitos" tienen sus reglas, sus normas. Y entre ellas, en la iglesia católica, amén de otras, por supuesto, el de la castidad para sus soldados que toman hábitos, que pertenecen a los "elegidos" por voluntad divina o humana para regir las voluntades y creencias de sus siervos, fieles y comunidades. Cuando se levanta el velo de la curiosidad, o peor, el atractivo por lo que anda detrás el sexo, sobre estos últimos, suelen aparecer denuncias lícitas y sancionables, por cuanto se "desvían" del camino o fin por el que entraron en esa institución y sus deberes. 
    En el caso del uso del sexo en el ámbito católico, la prohibición, u obligación moral de abstenerse en relaciones sexuales, se remonta al siglo IV de la era cristiana. Parece ser que los mismos apóstoles se lo impusieron, aún con sus esposas, y luego a clérigos y demás siervos dedicados al cuidado de las almas. Pues bien, a partir de ese momento aparecen denuncias, y también la aparición de bulos, y disparates, que producen la distracción del centro de la "hoguera" (el fuego purificador que tanto ha gustado a "inquisidores"), levantando la humareda que no deja ver la perfidia, la mentira o la agresión, sobre el más débil de la comunidad de creyentes por parte de alguno de sus regidores.

Las Santas inocentes

    Uno de esos camelos que ha incendiado la red tuvo como "rehenes" a unas supuestas monjas católicas del siglo XIX. Los hechos las situaban allá por diciembre de 1840 cuando un obispo de Andalucía (sin más datos), "merced a una especial dispensa" autorizaba la creación del Cuerpo de Pajilleras del Hospicio de San Juan de Dios (Málaga). Aquellas "pajilleras de la caridad", como les apodó el internauta, con miles de visitas, habrían prestado "consuelo y paz" a soldados de la primera guerra carlista (1833-1840). De ahí, se corrió a dibujar pabellones repletos de soldados heridos, un hospicio convertido poco menos que en un resort o balneario beatífico. No faltó en el embuste la llamada al "voluntariado" de mujeres seculares con el fin de colaborar en tan abnegado y patriótico servicio, eso sí, con la ocultación de curvas sensuales con holgadas ropas y un velo fino, embozando el rostro (vamos que el "gesto" en sí no arrancara de una pasión humana y proviniera de un tránsito eucarístico). 
Carga de lanceros de Navarra.
Augusto Ferrer-Dalmau.
    Este tipo de "cuentos lujuriosos" de muy grata y pronta aceptación en determinados círculos, oculta realidades mucho más impúdicas en lo moral y lo político. Pongamos el caso al contextualizar a este grupo de religiosas, en aquel momento por las fechas, en el bando Carlista; una guerra fratricida (dado que fue el que más iglesia aunó en aquel conflicto originado por el deseo del hermano de Fernando VII, Carlos, en tomar el trono tras la muerte de aquel, al que siguió la regencia de María Cristina de Borbón, mientras crecía Isabel II). Y es que, entre otras cuestiones de tipo económico liberal, los carlistas defendían bajo el lema "Dios, patria, rey y fueros", una monarquía absoluta de origen divino, la preeminencia de la Iglesia católica con la vuelta de la Inquisición, además del rechazo de las desamortizaciones eclesiásticas. Ahí es nada. 
    Pero de estas guisas, en la "juerga" internauta nada se cuenta. La red no tardó en sumar otros cuerpos de pajilleras por todos lares, con modalidades adaptadas al caso: el Cuerpo de Pajilleras de La Reina, las Pajilleras del Socorro de Huelva, las Esclavas de la Pajilla del Corazón, hasta llegar a la "Pasionaria", con sus pajilleras brindando "apoyo" a las tropas de las Segunda República (pensamos que a las comunistas, claro, porque los ideadores de tales orgías "buleras" no acuden a precisar detalles históricos). Y como la red traspasa fronteras y mares del Atlas, el bulo acogió a las "mártires del sexo" en la propia América latina, durante la guerra civil mexicana, apelándolas mami-chingonas ordeñamecos, en las Antillas, sexagenarias dominicanas, las sobagüevo, por la mañana matronas, para luego Brasil con la columna Prestes, con las beixapau, y en el Paraná, en Pago de los Arroyos, las Hijas del Vergo Encarnado. Y, pensemos que esto no ha terminado.
Duquesa de Alba con su dueña
(beata Rafaela).
F. Goya, 1795. Museo del Prado.
    Por contra, lo que sí consta, y documentos lo atestiguan, es que la mujer tuvo su acción social desde el origen del cristianismo: las beatas. Mujeres laicas -vestían hábito-, dedicadas a la oración y al trabajo con asistencia social fuera de los conventos. No profesaban votos ni vivían en clausura (su domicilio o beaterio). Si bien el mayor número se diera en la Baja Edad Media, lo cierto es que no gustó a las autoridades 
Monasterio de San Román, Medinaceli.
Ejemplo de convento de Beatas.
eclesiásticas, masculinas claro está. A aquellas mujeres, libres de albedrío y situación, las "embistieron" -el Cardenal Cisneros (1436-1517), y el mismísimo Concilio de Trento (1545-1563)-, para que se convirtieran en terciarias, o entrar en órdenes como monjas con los votos correspondientes. Muchas, que no lo hicieron, sufrieron persecución como farsantes, supersticiosas, brujas y otras ignominias.
    En un salto, obligado por espacio, a nuestra historia más reciente, las órdenes religiosas han sido claves en el proceso de "recristianización" del régimen franquista, "correa de transmisión" del nacionalcatolicismo, surgido después de la guerra civil. Tras la contienda el relato de los hechos pasa por hacerlas mártires, como a los religiosos, en una campaña intensa desde púlpitos y voceros del régimen, con cifras y narraciones cruentas, exageradas de la realidad, de su persecución durante la República y la guerra (confirmado por investigadores e historiadores del periodo) En los martirologios y hagiografías, se exaltan virtudes y hechos no contrastados de los y las protagonistas).     
    Muy pronto, las religiosas formaron parte del aparato represivo franquista en cárceles, hospitales, maternidades y hogares de acogida tanto para menores (a los que "cicatrizaban" sus vidas con mensajes opuestos a los de sus padres del régimen republicano, como para mujeres acusadas de "mala vida"). Aquellas que venían de la clausura, son adoctrinadas por los sacerdotes asignados a su vida conventual. Algunas se han visto "destapadas" en los juicios por el secuestro de recién nacidos, bebés provenientes de republicanas o de mujeres en situaciones de difícil contexto... Tras el Concilio Vaticano II, se analiza, se da voz, se piensa en modificar esa imagen de valedoras de las corrientes conservadoras y extremas de inacción y autonomía, y se van escuchando voces que les invitan a "emanciparse" de la tutela o vocación hacia el sacerdote, y se buscan acciones más activas en la vida social. Algunas afirman que, por fin, el Concilio, y el Papa, les habían tratado como personas, capaces de pensar por cuenta propia. El actual papa Francisco (2013-) les ha conferido, el 23 de enero pasado, los llamados ministerios de laicos -hasta aquí reservados a hombres-, y que son unos pasos previos a la ordenación sacerdotal. Han tenido que pasar muchos años, siglos, está claro.
    Durante el régimen, e
n un claro proceso de ideologización, desde la Sección Femenina, se toma a Teresa de Jesús como mujer virtuosa a la que se le añaden atributos como los de "doméstica", alejándola de su capacidad intelectual y de indomable ante la Inquisición de su época (en el intento de formar una mujer sujeto de dominación, sumisa, y al servicio del hombre en el sentido hogareño, y patriótico de derechos elementales). 
    Estas relaciones parceladas de la historia distraen, también, devenires poco estudiados y sacados a la luz pública -y que debieran tratarse como comportamientos inconsecuentes en la institución, además de inhumanos y delictivos-. Hablamos de las distintas formas de abusos, por parte de religiosas y laicas, sobre jóvenes voluntarias, simpatizantes o activas en órdenes, colegios, o centros regidos desde la Iglesia (en el Informe sobre Pederastia de El País, de 27/12/2021, el 14,6% de las víctimas contabilizadas, que oculta claramente el número de quienes no pudieron o no se atrevieron, o atreven, a denunciar).

Clérigos, frailes, curas y vicio

    No podía faltar el "tiro bulero" hacia el otro sexo. Y aquí aparecen monjes, clérigos y sacerdotes. Es en plena Edad Media cuando el papa Gregorio VII (1073-1085) fracasa en el intento de que clérigos y sacerdotes abandonasen a sus mujeres. De hecho, tampoco lo consiguen ninguno de los Concilios (Compostela en 1056, Concilio de Palencia de 1129, pidiendo que repudiasen a las mancebas públicamente, o Valladolid 1228, en el que se proponía excomulgar a las barraganas y su sepultura en zona de bestias...). En ese 1228, el viajero Juan de Abbeville cuenta que el clérigo español superaba en vicios de la carne por encima de sus vecinos de Europa. 
    El propio Enrique II de Castilla (1334-1379) permitió esos "apaños" a clérigos de Sevilla, siempre que no rompieran con la castidad: "Que las dichas concubinas en adelante hicieren vida honesta, que les puedan en sus casas de ellas aparejar los manjares y enviarlos a los dichos clérigos a sus casas, y en el tiempo de enfermedad servirlos en cosas lícitas y honestas de día, salvo si el mal fuere muy grave. Y otrosí, que los clérigos y prestes puedan ayudar piadosamente a las dichas mujeres, e hijos ya nacidos, en sus menesteres". El sínodo de Toledo (1324) lamentaba que "se ha introducido la detestable costumbre de que vayan a comer a casa de Prelados y Grandes las mujeres livianas, conocidas vulgarmente con el nombre de soldaderas y otras que con su mala conversación y dichos deshonestos corrompen muchas veces las buenas costumbres". 
    Francesco Guicciardini (1483-1540), el historiador, escribía hacia 1529 en El Renacimiento en Italia, contestando a su coetáneo Maquiavelo que sostenía que el mal ejemplo de los curas había hecho más pecadores a los italianos y con ello dificultado la unión de los estados italianos en uno: "Nadie está más disgustado que yo por la ambición, avaricia y desenfreno de los sacerdotes, no sólo porque cada uno de estos vicios es odioso en sí mismo sino porque todos y cada uno de ellos son mas impropios en aquellos que a sí mismos se atribuyen relaciones con Dios y también porque son vicios tan opuestos entre sí que sólo pueden existir en naturalezas muy singulares. No obstante mi posición en la corte de varios papas me forzaba a desear su grandeza por mi propio interés. Pero si no hubiera sido por eso, hubiera amado a Martín Lutero como a mí mismo, no con el fin de liberarme de las leyes de la cristiandad, sino con el fin de ver a esta caterva de bribones reintegrados a sus puestos respectivos, de modo que se vean obligados a vivir sin vicios o sin Poder... El mejor castigo para ellos sería que Dios aboliese el purgatorio; de ese modo no recibirían más limosnas y se verían obligados a volver a sus azadas".
    El proceso del análisis de la conducta del varón, representado en la Iglesia, ha seguido un azar muy diferente al de la mujer en la propia institución. Sin querer obviar aspectos que tienen más cabida en otros textos, lo cierto es que, en lo relativo al ámbito de lo carnal, ha tenido un mayor eco, hasta nuestros días, lo relacionado hacia el abuso sexual sobre desprotegidos. Siguiendo la derivada del Informe sobre Pederastia de El País, en el que se recogen más de tres centenares de casos, la propia Conferencia Episcopal Española (CEE) tuvo el descaro de no querer intervenir, desde un principio, en su investigación, y que el propio Vaticano ha corregido e incitado a ello (noticia del 20/12/2021)Sólo la archidiócesis de Madrid recibe una media de diez denuncias de casos de abusos sexuales al año, cinco de menores, en sus oficina de atención, Repara. Lo hace público porque está decidida a investigar, como lo han manifestado también en Bilbao y otras diócesis del país, y dejando de lado la contraofensiva de otros que se escudan en que detrás hay una voluntad de atacar a la Iglesia, y que son inventos de las víctimas. 
    En Francia y Alemania se ha optado de facto por una comisión de investigación independiente conformada por Iglesia y Estado. El proceso de transparencia y apertura de valores en la institución es imparable. En el caso de Alemania la movilización de sacerdotes, profesores y profesoras de religión, referentes pastorales, piden acabar con la discriminación de su orientación sexual, y "salen del armario", en demanda de una modificación del derecho laboral eclesiástico para que su orientación sexual no sea motivo de despido (elDiario.es, 25/1/2022, recogido de EFE). Aquí todavía nada de aquello, y muy tímido de esto.
    El propio papa Francisco afirma que "los pecados de la carne no son los más graves, sino la soberbia y el odio", y pide interpretar los abusos sexuales en la Iglesia con "hermenéutica de cada época" (declaraciones tras la dimisión del arzobispo de París por presuntas relaciones con una seglar. Europa Press, 6/12/2021). Por cierto, que de París, y de "pecados de la carne" fue célebre la muerte, en 1974, del teólogo y cardenal Jean Daniélou, figura clave durante el Concilio Vaticano II, mientras hacía el amor con una cupletista. La Iglesia trató tapar ese desliz con la versión de que se encontraba preparando misa en Notre Dame, tenía 69 años. 
Imagen. Izquierda Diario.es
    Los principios morales transgredidos del tipo de "deslices" de eclesiales, están bastante alejados de los traumas personales, empapados en la piel, al tacto de una sotana polvorienta, y el hedor de un halo putrefacto y semen caduco, de los violentados indefensos aterrorizados. El tren de la reparación echa a andar. Y dónde debe impartirse, está lógicamente fuera de la jurisdicción eclesiástica, en la justicia ordinaria (y siempre teniendo en cuenta que el ministerio Fiscal no esté "contaminado" por ciertos intereses de grupos religiosos en que no se llegue a desenmascarar la cruda realidad de los menores, como denunciaba en enero de 2002 la revista Tiempo, sobre las "orientaciones" del Opus Dei, sobre jóvenes magistrados para mirar hacia otro lado, o en acusaciones más leves, en previsión de los casos por aparecer). 
    Al final, independientemente de los delitos, o de las desviaciones de los votos contraídos por los representantes eclesiásticos, una corriente secularizadora en esta sociedad actual llevará, pocos años a cifras que hoy en día estiman, en un 62,7% que la sociedad española tendrá menos creencias religiosas, aunque más interés en lo material (así lo cree un 60,3%); que se gozará de mayor libertad sexual y que habrá más atracción por el éxito (Encuesta sobre tendencias sociales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), para los próximos diez años. Público/EFE, 21/12/2021).
    Y mientras, ni se tocan, ni se consultan, aspectos que implementen más acercamiento a la Filosofía y materias humanísticas, como forma de implementar las grandes dudas que acechan al ser humano en cualquier momento de la historia, ni se revisan, en el caso español, los acuerdos de la iglesia católica y el estado, en los Concordatos renovados en varias ocasiones, siendo los últimos de 1979. 
    Ha llovido mucho desde los orígenes del cristianismo. Pero se practicando cierto "A Dios rogando, y con el mazo dando". Si, como se ha pretendido por sectores de la Iglesia, hay que cambiar y pronto, no basta encomendarse al diablo o al líder, sino comenzar el trabajo. Porque las religiones, al igual que los partidos políticos, como afirma la letrada y política, Manuela Carmena, buscan estructuras totalitarias. Y esto, tapa muchas verdades y vergüenzas, y beneficia a...

jueves, 20 de enero de 2022

 

Coincidencias

Omar Jayyam y Eugenio Rivera, diálogo poético en la penumbra del Hades

    El silencio inunda la sala con llamativos tapices colgados en las paredes entre las filigranas de escayola de las ventanas. El público se ha marchado hace unos instantes. Todavía se oyen los últimos pasos sobre las maderas de los escalones. El viejo palacio es un oasis de silencio en mitad de la gran avenida, donde la vida se escapa entre semáforos, un vendaval de motores y luces cegadoras. En mis manos el libro de Rubayat, de Omar Jayyam (Ghiyath al-Din Abu l-Fath Omar ibn Ibrahim Jayyam Nishapurí, nacido en 1048 en Nishapur, Irán, fallece en la misma ciudad en 1131. Colección Poesía de Ediciones Vitruvio). Sus versos aún resuenan de la voz del también poeta Eugenio Rivera. Como relámpagos en mis sienes surgen confesiones, tristezas y desvaríos de su último poemario Memorias del Derrumbe (Ediciones Vitruvio, 2021). 
    Entre el sortilegio y, en la búsqueda de la belleza, escucho como se mezclan el persa y el castellano, casi mil años después, en un diálogo en esta mi penumbra. Me agarro al "introito" de Jesús Lizano a los versos de Omar Jayyam, "era un poeta filósofo. O un filósofo poeta... Un transubstanciador...". De su rapsoda y también poeta, Eugenio Rivera, en cada poema hay una historia, una cicatriz del alma; es el primero que se desnuda en la noche. No sé si lograré remontar el abismo al que me empujan los versos de estos seres/filósofos/poetas; más allá de que disienta del propio Lizano que augura: "Un poeta sólo puede ser entendido, captado, por otro poeta".

Desde las entrañas II. 
Zaida Escobar.
Eugenio Rivera: Todo ha acabado. ¡Todo! Por sorprendente que sea ya no puede hacerse nada. Solo queda el vacío...

Omar Jayyam Compañero: aprovecha todos los momentos/para entregarte a la alegría,/ pierde todos los sentidos confundíendote en el amor./Trae y llena la copa; ¿no ves acaso/la procesión de la vejez, su paso ininterrumpido?

E.R.Fotografía. Sentada en la silla/ del abuelo./Con la cara/de infortunio del abuelo./Dos ojazos de mimbre/nos miran... (Eugenio calla, luego levanta sus ojos perdidos en la oscuridad) La noche tiembla en el bosque insomne/Las flores rojas tiemblan en el jardín/Yo tiemblo entre los cadáveres futuros...

Zaida Escobar.
O.J.: La noche es un pájaro de mal agüero/que nos oculta el día hermoso./Oigo hablar de alguien que crea los seres y los destruye./No comprendo esta creación insensata.¡Alegremos la memoria/ y enternezcamos el corazón! ¡Bebamos!

E.R.: Laura. Los perros de la tarde/alojan sus gritos en mi ventana./Con la urgencia del huracán/ las vanas torres despliegan/en su confusión el deseo oscuro/de los astros del miedo...

Monstruo de dos cabezas. 
Zaida Escobar.
O.J.
: Lleva agua -compañero- y derrámala a chorros/sobre el fuego terrible de la angustia./¡Depierta, compañero! Nubla bien tus sentidos/no sea que llegues a la última morada con las manos vacías. (Omar alza la copa) Magníficas mujeres seductoras,/vino en abundancia y queso y miel/dicen que nos esperan en el paraíso... Entonces/cómo no había de adorar una sola copa de vino y una sola mujer...

De Caminares. Zaida Escobar.
E.R.: Mis amantes. Diez como cien días y sus noches/Laura, rosa y amapola/Claudia, dos besos fugaces/Carmen, una sonora bofetada/Franca incendio voraz/Rosa, tortitas con nata/y sirope de caramelo/Carla ombligo furtivo/Bárbara, dulces ojos de gata/Inés, juegos secretos y traición/María Eugenia, sueños y pesadilla/Guillermina orgasmo triste./Todas estáis, mis amantes, amadas mías,/ no faltáis ninguna.../Todas habéis venido/como si fuera mi entierro.../Guardo una rosa de papel/para todas y cada una de vosotras.../¡Lástima no haberos encontrado... nunca!

O.J.:
Desde las entrañas II. Zaida Escobar.
Estoy muy por encima de las imbecilidades/aunque me acusen los simpatizantes de todas las sectas y religiones./ No me importa que me llamen borracho o que me llamen ateo./ No soy esclavo de nadie ni a nadie pertenezco. 
(Y buscando en su Canto Quinto. Rubais de Alá, Vida, Amor, Vino, entona). Mis años más hermosos han pasado,/la primavera se ha ido/y ante el otoño dolidos/los pájaros juveniles han levantado su vuelo... (con mezcla de tristeza y enfado) Del Rubais de la Vida, canto segundo. -¡No!, contestaría si me consultaran para nacer./ Cuánto me he lamentado por haber caído en este calabozo asfixiante! ¡Cuántas lamentaciones/por haber venido, por haber crecido y vivido en él.

    Temiendo que estos dos poetas, embebidos en sus versos y recuerdos, me arrastren al Hades, llego sigilosamente a la puerta y comienzo mi fuga por las escaleras de la ilustre casona. Fuera, todo es silencio. Atrás se desvanecen los últimos pensamientos de Eugenio...

E.R.:
Cisneros (detalle). Zaida Escobar.
...Yo estoy muerto por completo. ¡Muerto al fin! Por tanto, instalado confortablemente en mi nueva naturaleza, puedo romper el silencio para decir todo lo que me venga en gana. A partir de ahora los Otros no me lo pueden impedir. Es el momento, el íntimo momento eterno, en el que puedo exhalar un suspiro de alivio y sacar a la luz sin miedo mis olvidadas Memorias del Derrumbe... ¡Sea!