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martes, 2 de octubre de 2018


Coincidencias

Eibissa, la bodega mágica de "Los Famelier"


   Dicta la leyenda que al caer la noche, en la isla mayor de las Pitiusas, unos seres minúsculos, “Los Famelier”, salen del cauce del Santa Eulària (el mismo nombre que la villa que lo ve morir al mar) para comenzar inusitados trabajos con frenética obsesión. Hace siglos, los pobladores de esta isla los pusieron a desalar el agua del mar que entra en el río. Si no se les da tamañas tareas, y otras tan inusitadas, se aburren y comienzan a pedir comida. El momento de hacerse con uno de estos currantes sin pausa es la noche de San Juan bajo el puente viejo del lugar (llenando una botella negra con agua bendita y al poco sale uno de estos seres con mucho esfuerzo pero pidiendo trabajo, o comida). Ayer me los encontré, mimetizados, en una sala anterior refugio de la guerra civil, en la plaza mayor de la misma Santa Eulària. 
   Al salir había caído la noche y me pareció que un ejército de estos seres se habían dispersado por todas partes, desde la costa a los rincones de las viejas colinas de la isla. Seres que se asemejaban a aquellos, no por las formas, feas pero simpáticas, sino porque no paraban de pedir comida en la multitud de restaurantes o sitios dedicados al zampeo. Claro, me dije, es que no trabajan. Mas en frente, casi tantos, detrás de los mostradores o cocinas, que no paran de moverse y hacer mil faenas, y que si paran también piden comida, como los Famelier. Mi buen amigo Jordi Colón -sí, un apellido originario de la isla, y atrévanse a rebuscar si tiene algo que ver con el almirante-, me cuenta la leyenda actualizándola con que la botella y el agua, tan "bendita", ahora, es la Reforma Laboral, que obliga a hilar un trabajo con otro para poder sobrevivir). Los primeros tienen cuerpos estilizados, rozan un moreno marmóreo y sus telas parecen espuma de algodón. Los otros retales y mandiles de grandes almacenes, como Alex que, no se queja, pues está aquí detrás de una barra, después de recorrer medio mundo, y no se lo van a creer, nacido en Madrid, en la calle Ibiza, y recaló en Cala Llonga, quizás como último puerto, "en invierno se vive bien". No sale de la cocina para su amigo inglés, bueno, ya no, lleva treinta y nueve años aquí, y tan sólo saldrá de la isla para el entierro de su reina Isabel. Junto a un catalán y un jienense parecen la "ONU" del humor con sus risas atronadoras que se escapan por la bahía. Al otro lado de la isla María hace magia de las masas de harina y quesos de la tierra, amén de mil plantas olorosas y sabrosas, y despacha en su horno de San Antonio, "esperando que llegue el otoño y volvamos a ser los pocos de aquí, y bien avenidos, y regalarle a mi marido un viaje a Toledo, que he visto en internet que es precioso". Faltaba José Ángel conductor de un camión motobomba que baja cerros como si fuese sobre una cabra, lleva agua a viviendas de la sierra, se han gastado pozos de agua en jardines exóticos, no llueve, la sequía y el cambio climático, y que se queja de no poder pagarle una vivienda modesta a su hija que se acaba de casar. Los precios están prohibitivos, y luego nos acusan de turismofobia, pero esto es imposible, estoy pensando irme a Galicia, donde los padres de mi mujer".
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   Ya en la capital de la isla, en lo más alto, en la catedral, Begoña no rompe su sonrisa con la que luego se pasea entre obispos y canónigos, echa de menos su Cuenca, pero aquí las horas del día y la noche las vive entre sus reliquias y trípticos religiosos, buscando la fe en el fondo de quien se acerca a este templo colorista y ágil de construcción, en un entramado de cuestas de murallas, y casones con blasones, antes de la morería, y judíos. Un cruce de pueblos e historia permeable por las aguas que surten y arrecian contra estas infranqueables murallas. 
Abajo, en el paseo marítimo, otra estatua de un papá y una niña vestidos con particulares detalles en su indumentaria, flores, falda y tejidos laxos, es parte de la familia hippy. Ese movimiento que se agostó en estas islas, Formentera e Ibiza, y que con la aparición en televisión de algún espécimen mediático supuso la inundación de estas bellas y tranquilas islas mediterráneas en ríos de alienígenas de la marcha nocturna ahora del Dj. 
   Han pasado cincuenta años del Mayo del 68, que dicen que trajo los primeros seres libertarios del amor y del curre, y casi ya no nos reconocemos mas que en los Famelier. La libertad y el cambio del universo se quedó pegado en el último archivo de la famosilla o famosazo del instagram, eso sí, en bolas.

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