De Gata a Gata, nubosidad variable
Foto de Vicente Pozas. www.andandoextremadura. com |
Ha esquivado la muerte desde niño -sólo conocí seis hermanos de trece que tuvo madre-, comiendo bellotas y castañas por los montes de Las Hurdes. Bebiendo leche de cara al cuidado con las mujeres un día tras otro, bajo sus faldas de vez en cuando, que siempre le volvieron loco, “soy muy amoroso”. Hasta una marquesa, familia de Franco, no sé, que se bañó con él alguna vez y luego le puso de portero mientras la mili en Madrid. Más tarde las minas de Ponferrada y, entre medias, contrabando y estraperlo (huele a café, por la zona). Unos caballos prestos con la carga sin hacer preguntas y por cordeles hasta Puerto del Pico, por Toledo hasta Madrid. Allí el contacto y a cobrar lo restante; al final más sueldo que un mes en la mina. De aquello unas huertas, alguna casa más y un fajo de billetes, para pagar en mano, debajo de las tinajas. Ahora a seguir buscando la burra. Coge unos pimientos y un melocotón “y a hacerme la comida”. Se aleja mascullando por el caz del molino, "a ver si la Escorpiona, pequeñaja, pero muy espabilá, "se viene conmigo cuando fallezca su marido que está muy malo el pobre".
Bajando de la altas Hurdes cruzamos caminos hasta que, de una iglesia, vemos salir las mujeres delante de los hombres, descargando recuerdos por Santa María; como antaño se intercambiaban los bultos a los lomos de mulas y asnos desde los carros. Estamos en Descargamaría, un pueblo frontera camino de la meseta castellana.
Bajando de la altas Hurdes cruzamos caminos hasta que, de una iglesia, vemos salir las mujeres delante de los hombres, descargando recuerdos por Santa María; como antaño se intercambiaban los bultos a los lomos de mulas y asnos desde los carros. Estamos en Descargamaría, un pueblo frontera camino de la meseta castellana.
El cielo plomizo. Nubosidad variable, pronostica el parte de la televisión. Carmen Martín Gaite, habla en su libro homónimo de los miles de abejas muertas en una plaga. Ficción y realidad mientras atravieso esta tierra en este otoño mitad verano, primavera madura, el zumbido ciclón de millones de avispas aterran el cuerpo entre los muros de pizarra negra, y el rumor hipnótico del riachuelo que cae en pequeñas cascadas rompiendo en olores a hierba, higueras, tomillo, hierbabuena… Luego la tromba de agua que nos cruza de mar.
Del mar de robles, encinas, pinares y a sus faldas olivos, a un majestuoso manto de rocas volcánicas y desierto. La otra Gata que se baña en el Mediterráneo. ¡Por favor, sírvame un "Americano"! En un instante sobre la mesa de mármol y pies de hierro fundido un pequeño vasito con color rosado y calado de canela se introduce cálidamente por mi garganta con su sabor dulce. Las maletas en una pensión donde se alojaron los actores del western español. Hace un calor que adormece los sentidos. Las fuentes salpican gotas de sudor y una neblina se eleva sobre las agujas de las torres de los Jerónimos.
A nuestro lado un rostro que semeja un mexicano oscuro, magro en carnes, mofletudo y con anchas patillas, hace de esto más de cuarenta años. Es “El Habichuela”, comentan otros clientes. Levanta las carcajadas a los galanes de las pantallas mientras sorbe otro "americano" (dicen que por no saber servirles sus cócteles, un camarero avispado se prodigó en la leche salpicada con un poco de limón y canela, y algún otro secreto, y le llamó un "americano"); hablan inglés y alguna otra palabra en castellano, se sienten como en casa. José Galera, su verdadero nombre, pasó de repartir agua en los sets de rodaje a cortas frases o bulto vigilando caravanas, a compartir unas risas, y hasta amistad, con Terence Hill, Anthony Queen o Yul Brynner; hasta presumió de su amistad con Brigitte Bardot.A veces hasta "me daban hasta
quinientas pesetas... Pero para mí el dinero era lo de menos; ¿y la fama? ¿Y el
codearte con los mejores artistas del mundo?" (La Voz de Almería, Suplemento 'Queridos diferentes' verano de
2000.)
José Galera, el "Habichuela". De http://almeriacine.blogspot.com/2015/ |
A veces,
en el firmamento humano, estrellas como Máximo y José, de las dos Gatas, nunca
se apagan, y las vemos destellar entre tanta “nubosidad variable”.
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