Miradas atrás
Chapapote:La tragedia a la que la cuenta atrás nunca llega
La cuenta atrás, parte I (Faktoría de Libros, 2008). Una historia sobre el Prestige. Guión de Carlos Portela. Ilustraciones de Sergi San Julián. |
Hoy vuelvo a ver el pisar inestable de los mismos trajes blancos con máscaras y gorros sobre el moco negruzco en las playas del aturquesado mar de las Islas Canarias, donde unos lazos de muerte ondulan y se ensanchan como trenzas inabarcables de la perca. Trece años atrás el chapapote se pegaba a mi piel, me destrozaba estos músculos inhábiles para levantar las palas de aquel chicle mortal al arrancarlo de los roquedales gallegos (la inquietante costa de la Muerte). Al caer la noche, mientras una borralla empapaba nuestros retomados jeans, el televisor mostraba las imágenes del desastre con miles de voluntarios plastificados; un ministro de Interior, qué coincidencia, Mariano Rajoy, reducía a "hilitos de platilina" aquel veneno. ¡Cara plastilina para las arcas públicas; el equivalente a diez mil millones de euros!
Voluntarios contra el chapapote. es.wikipedia.org |
Hoy siento que debemos volver a luchar "A palás” con el chapapote, y con políticos como aquel. No aprendimos nada. No sirvió de nada. No sirven, éstos, para nada.
Entonces me desahogué en una cuartilla blanca donde unas cuantas palabras me ligaban con un pueblo para siempre. Ahora, el pueblo canario, también parte de mi placenta como hombre, ha librado hasta hace pocos días la batalla contra las plataformas petrolíferas y sigue pendiente de los temblores volcánicos. Las islas afortunadas se enfrentan a "una guerra contra sí misma, la búsqueda de la paz que perdió cuando un buen día una ciudad fantasma flotante se hundía en sus costas e inundaba de muerte los fondos marinos", como Galicia. El fuel negruzco que se agarró en aquella tierra, y a las entrañas que le dan la vida, levantó un ejército que a fuerza de palás luchó contra un enemigo que se desfigura en formas minúsculas y asesinas que se propagan por las corrientes y olas de un mar embravecido.
Qué triste no repetirse aquel ejército de “voluntarios anónimos”, para quitar el "piche" como lo llaman allí. Nadie dio la alerta. Canarias nos la hacen lejana, eso sí, pizpereta. Por eso me duele comprobar, una vez más, que la península la tiene como trastienda de mar y playa, colorida en carnavales, dicharachera, melosa y sensual, musical como su isa. Pero si acaso la viéramos de pronto vestirse lentamente de luto, será porque los ojos de su alma avistan que la mortaja se va extendiendo en ese trozo de mar ya muerto.
Entonces me desahogué en una cuartilla blanca donde unas cuantas palabras me ligaban con un pueblo para siempre. Ahora, el pueblo canario, también parte de mi placenta como hombre, ha librado hasta hace pocos días la batalla contra las plataformas petrolíferas y sigue pendiente de los temblores volcánicos. Las islas afortunadas se enfrentan a "una guerra contra sí misma, la búsqueda de la paz que perdió cuando un buen día una ciudad fantasma flotante se hundía en sus costas e inundaba de muerte los fondos marinos", como Galicia. El fuel negruzco que se agarró en aquella tierra, y a las entrañas que le dan la vida, levantó un ejército que a fuerza de palás luchó contra un enemigo que se desfigura en formas minúsculas y asesinas que se propagan por las corrientes y olas de un mar embravecido.
Qué triste no repetirse aquel ejército de “voluntarios anónimos”, para quitar el "piche" como lo llaman allí. Nadie dio la alerta. Canarias nos la hacen lejana, eso sí, pizpereta. Por eso me duele comprobar, una vez más, que la península la tiene como trastienda de mar y playa, colorida en carnavales, dicharachera, melosa y sensual, musical como su isa. Pero si acaso la viéramos de pronto vestirse lentamente de luto, será porque los ojos de su alma avistan que la mortaja se va extendiendo en ese trozo de mar ya muerto.
Quiero ir allí con mi pala, antes que corra la hora que mi reloj marca de diferencia, antes que el chapapote se quede muy adentro, tanto que arrase el alma de quienes allí llegué a amar. Temo que la cuenta atrás para el final de esta pesadilla nunca llegue.
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