Miradas
Moeder/A todas las madres
Llegando al paraíso, de Samuel Aranda. El País, 19-4-2016. Una mujer abraza desesperadamente a su hijo frente a las playas de Lesbos (Grecia). |
Llegando al paraíso. ¡Qué ironía! Y es que todas las madres están en esta imagen. Imposible que escape a nuestra retina esta fotografía. El papel que la lleva impresa se vuelve áspero, rasga las venas delicadamente como un fino cuchillo de hielo que viaja hasta el estómago. Luego, en el interior del tabloide, otras mujeres desaparecidas, muertas, maltratadas, en cualquier punto del planeta.
A veces también vuelve la madre desde un espectáculo como Moeder/Madre, del grupo belga Peeping Tomes. Agujerean nuestra conciencia colectiva (antes lo habían hecho con padre y llegarán hijos). Desde el escenario nos revuelcan emociones y sentimientos que creímos inamovibles, en ese fuero interno ahora adulto, que se desmoronan cuando nos interrogamos dónde está esa madre que convertimos en roca -a la que nos aferramos hasta no hace mucho-, y que ahora resvala como arena de playa entre nuestros dedos.
Ha muerto madre. Y estos actores/actrices recrean, con rotundidad gimnástica y descaro estético, todo un punzante y esclerótico duelo. Alguien define la obra como "una partitura de movimientos, danzas y textos que oscilan entre lo perceptible y lo misterioso".
Todavía no recupero el socavón en mi rutina, siento desasosiego y desconcierto. Recuerdo vagamente bajar los escalones del Teatro Romea de Murcia en silencio; acongojado ante la intuición del vacío ante la pérdida del ser gestante, y violentado el intelecto con ironía y belleza a un tiempo (por la música y los cuadros esperpénticos). ¿Cómo continuar esta vida tras caer en la certeza de no volver a verla? A madre. Y preguntarme de nuevo, ahora, ¿en quien, o en qué, la he suplantado?
Nos desnudaron sobre el escenario de la mortaja del día amancebado a lo cotidiano y consumible; con no menos crueldad y dolor, que las madres de Max Aub, de M. Gorki, El testamento de María de Toibin, o de aquella madre que abandonó a sus hijos en la cinta Al este del edén, la que se vislumbra sin existir más que en la locura en Bodas de Sangre de Lorca..., y tantas otras. Saco del bolsillo el libro de otra murciana, Carmen Conde, y su Soy la madre, un canto a la entrega total por el ser que gestó para no transigir ante nadie ni ante el Amor como mujer, todo después de ser madre.
Llueve torrencialmente por el puente de los Peligros sobre el Segura. Sabe amarga el agua en los labios. Lleva sal del mar de Lesbos.
A veces también vuelve la madre desde un espectáculo como Moeder/Madre, del grupo belga Peeping Tomes. Agujerean nuestra conciencia colectiva (antes lo habían hecho con padre y llegarán hijos). Desde el escenario nos revuelcan emociones y sentimientos que creímos inamovibles, en ese fuero interno ahora adulto, que se desmoronan cuando nos interrogamos dónde está esa madre que convertimos en roca -a la que nos aferramos hasta no hace mucho-, y que ahora resvala como arena de playa entre nuestros dedos.
Ha muerto madre. Y estos actores/actrices recrean, con rotundidad gimnástica y descaro estético, todo un punzante y esclerótico duelo. Alguien define la obra como "una partitura de movimientos, danzas y textos que oscilan entre lo perceptible y lo misterioso".
Todavía no recupero el socavón en mi rutina, siento desasosiego y desconcierto. Recuerdo vagamente bajar los escalones del Teatro Romea de Murcia en silencio; acongojado ante la intuición del vacío ante la pérdida del ser gestante, y violentado el intelecto con ironía y belleza a un tiempo (por la música y los cuadros esperpénticos). ¿Cómo continuar esta vida tras caer en la certeza de no volver a verla? A madre. Y preguntarme de nuevo, ahora, ¿en quien, o en qué, la he suplantado?
Nos desnudaron sobre el escenario de la mortaja del día amancebado a lo cotidiano y consumible; con no menos crueldad y dolor, que las madres de Max Aub, de M. Gorki, El testamento de María de Toibin, o de aquella madre que abandonó a sus hijos en la cinta Al este del edén, la que se vislumbra sin existir más que en la locura en Bodas de Sangre de Lorca..., y tantas otras. Saco del bolsillo el libro de otra murciana, Carmen Conde, y su Soy la madre, un canto a la entrega total por el ser que gestó para no transigir ante nadie ni ante el Amor como mujer, todo después de ser madre.
Llueve torrencialmente por el puente de los Peligros sobre el Segura. Sabe amarga el agua en los labios. Lleva sal del mar de Lesbos.