Arrugados
Cuando te miro sobre el negro de mi mesa me pregunto ¿quién y por qué te han aplastado papel? ¿Quizás escondas entre tanto de ti retorcido algún verso de amor no correspondido? ¿O, se me ocurre, algún reproche del niño que hundió su gorro-barco de papel en el último baño infantil mientras sus padres gritaban en la habitación de al lado?
Ahora, a tí, a mí, nos sobran razones para vernos arrugados. Desde mi silla, también negra sobre ruedas, me veo como tú, despojo al final de una vida donde sólo quedan aristas en un rostro por el que corre sal de lágrima hasta mis labios.