Coincidencias ante la manipulación del lenguaje
Cinco lobitos...,
y aquellos que se mimetizaron con las "ovejas"
Núremberg (Alemania). Bettman. El País digital, 21-2-2023. |
Coincidencias ante la manipulación del lenguaje
Núremberg (Alemania). Bettman. El País digital, 21-2-2023. |
Coincidencias
Es otoño en el Retiro. En la Biblioteca “Eugenio Trías” un grupo lectoras rodea la mesa donde el escritor Rafael Cabanillas Saldaña (Carpio de Tajo, Toledo, 1959) firma los ejemplares de su última novela Valhondo. Es el tercer volumen de la trilogía “En la raya del infinito” que conforman Quercus (2019), Enjambre (2021) y Valhondo (2022).
Al fondo, Eugenia Barragán lo observa mientras surca una sonrisa y retiene motas de lágrimas en sus ojos: “… me ha devuelto a mi hogar, con mis padres y mis seis hermanos, a las Navidades en las que éramos tan felices con tan poco…, aunque los Reyes Magos no llegasen al cortijo para nosotros, porque no sabían que vivíamos allí; pero mis padres nos hacían reír, jugar…”. Volvía unos días, para entonces, de la Escuela/hogar donde entró con cinco años, interna; su hermana fue con las monjas. En casa, su padre, guarda de finca, llegaba con su salario al pan, y poco más, para tantas bocas; además el señorito “no se podía permitir que un hombre faltase un rato cada día para traer y llevar a sus hijos al colegio”, deja caer entre la ironía y la amargura, pero sin rencor. Triste pobreza llevada con orgullo y fuerza. Su madre, y ellas, siempre repiten que han sido felices; aunque sienten, ahora como madres, el sufrimiento de aquellos días la suya el separarse de sus hijas “para tener una vida diferente”. Es una de las tres mujeres que se “atrevieron” a escribir a Rafael Cabanillas. Mujeres que aprendieron en la dureza de sus vidas “lo que es la dignidad, el amor propio y ese germen de esperanza en que las cosas pueden cambiarse”.
Porque los textos de Cabanillas tienen una carga literaria indiscutible, pero sobre todo emocional y de raigambre en la Memoria Colectiva de los pueblos de los Montes de Toledo. Montes del imaginario que trasponen cualquiera de las cordilleras o lugares de acceso intrincado y aislamiento casi perpetuo. Rafael, escritor rabioso y metódico, crea y narra sus miles de peripecias personales y ajenas, interiorizadas por estos Montes, por África o medio mundo por el que ha vivido, viajado, o representado desde la política (fue director general de Turismo en la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha). Escucharle en lo que denomina ya "Territorio Quercus", en el paraje natural de sus demarcaciones literarias, es un viaje a la historia de la mano de un todavía "joven activista" contra el poderoso y el déspota. Trae al instante, entre jaras, la política y la ética de Aristóteles hasta la duda de Descartes. La muerte o el asesinato, le llegan de la narrativa de Dostoyevski, o de La madre, de Máximo Gorki (y ríe, ríe agradecido por cuantos le leen y le escuchan, y esos son muchos, como en la novela del ruso, "un pueblo que ha sufrido"). Ha escrito una decena de libros que van desde la literatura infantil a la de viajes, y se podría decir que con esta trilogía se ha adentrado en las profundas raíces de la literatura ilustrando como trascendente lo cotidiano en una naturaleza austera, la lucha por la supervivencia, al ser que descubre el Amor, que mata, y que sobrevive entre la esperanza y el desconcierto, entre la sabiduría universal sobre lo que ocurre en esa naturaleza y la ignorancia frente a la cultura oficial (que ha hecho a tantos seres sentirse menospreciados, minusvalorados en sus vidas).
Montes de Toledo. De Blog Almanaque Natural. |
Quercus tiene mucho de supervivencia, de explotación, de miseria, de Amor, de juicio humano que se salta las leyes injustas impuestas. Abel no llega a ser un maquis, pero se echa al monte durante la guerra civil; sobrevive con ingenio, le guía el orgullo, siente el miedo, conoce el amor, lo disfruta, y, a pesar de poder vivir como un “vendido” opta por la rebeldía y la justicia, aún de su propia mano. El ambiente de la novela cruza dos espacios que se dieron en una generación de escritores, aquella novela existencial de los años cuarenta, y la narrativa de lo social de los cincuenta. El autor viaja de la mano de sus personajes por esa naturaleza salvaje, cruel, pero a un tiempo bella y tierna, exuberante, por matorrales y ríos. Se mimetiza con el paisaje y el paisanaje. Rafael Cabanillas donde vio a su entrañable y serrano “Paquillo” tirar con honda su personaje la lanza con igual tino; donde estuvo la leyenda y cueva del muerto allí planta el cobijo del huido, donde se bañaba con sus hijos, en un remanso del Estena, en pleno parque natural de Cabañeros, allí se arropan los cuerpos de los enamorados bajo tres lunas eternas embrujadas. Y luego, que no tiene, o que sí, mucho que ver con la historia de estos parajes, el dueño de las tierras, del cortijo, "don Casto", el dueño de los montes, el que arremete de hambre a los pueblos. Curioso paralelismo con aquellas biografías de apellidos nobles de andanzas políticas y terratenientes, quienes partían con alambres de espinos los collados y colocaban grilletes a los que se rebelaban contra las leyes que también dictaban, a todas luces injustas, para sus intereses. Tanta tensión acarrea muerte. Primero de corzos, de aves, de hombres y mujeres hambrientos, desechados cuando no son productivos. Ahí surge de lo más interno otro Jeremy Bentham (1748-1832) y su Utilitarismo como filosofía práctica para desencadenar lo que es mejor para la mayoría. La muerte le llegará también al “cerdo”, tendrá su "San Martín".
Al final,
Rafael Cabanillas, sigue con su voz intentando hacer un mundo más incardinado a la naturaleza, más habitable, sin compartimentos estancos para tantos desclasados desparramados en las historias de los montes; para que los cielos que bañen Quercus, repartan las mismas gotas de justicia para todos; y entre todos y todas, su nieta y estrella en la noche que le llama abuelo. Ella es Muna, pero también podría ser Luna, la calle donde nació este singular escritor; luna que le guía en la noche, como la voz de la radio a Tiresias. Para ser esa voz de los silenciados.
Coincidencias
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Petrushka, marioneta tradicional rusa de paja y serrín, es el título del famoso ballet de Ígor Stravinski y Alexandre Benois (invierno de 1910-11). En un teatrito en la Plaza del Almirantazgo de San Petersburgo (1838) se abre el telón y aparecen tres muñecos bailando. El Moro y Petrushka están enamorados de la Bailarina, pero ésta prefiere al Moro. Petrushka, celoso, agrede al Moro; el Charlatán, dueño de las marionetas, encierra a Petrushka. La Bailarina lo visita, y aquel, emocionado, le expresa su amor con brusquedad. Ella, asustada, huye. En la tercera escena aparece el Moro, también prisionero, pero feliz con su situación. Entra la Bailarina, la halaga y ella se deja abrazar. En ese momento entra Petrushka que amenaza al Moro. Éste se defiende con su cimitarra y lo hace huir. En la última escena continúa el Carnaval sin que el público se haya dado cuenta de lo que sucede dentro del teatrito. Sólo se asusta cuando el Moro mata a Petrushka. La policía e interroga al Mago, pero en el suelo solamente hay un muñeco de trapo. La fiesta termina, todos se retiran y el Charlatán se lleva a Petrushka, que reaparece como un fantasma en el techo del teatrito con gesto amenazador. (Nota: En la desaparecida Unión Soviética Petrushka estuvo presente en el teatro de agitación, defendiendo a los campesinos pobres y atacando a los kuláks, grandes propietarios agricultores, antiguos zaristas, que se oponían a las colectivizaciones.)
Primero los muertos por las concertinas, ahora con los disparos y palos de la policía marroquí. El faro de Ceuta. |
Fotografía de Borja Hermoso, El País.24-10-2016. |
Carga de lanceros de Navarra. Augusto Ferrer-Dalmau. |
Monasterio de San Román, Medinaceli. Ejemplo de convento de Beatas. |