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sábado, 9 de febrero de 2019

Coincidencias


Resultado de imagen de el vicio del poder

Todo es posible en América 


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Musical de West  Side Story. De Volodia.es
   En los créditos, al final de la película El vicio del poder (Adam McKay, 2018), un biopic sobre Dick Cheney (Christian Bale), vicepresidente de George W. Bush, podemos escuchar la versión de "Todo es posible en América". Aquel musical universalmente conocido West Side Story. Esta obra de L. Bernstein, Sondheim y Robbins se quedó en el imaginario colectivo como una expresión actualizada de Hamlet, o nuestra Fuenteovejuna; habla de los sueños de millones de emigrantes que cruzaron sus fronteras y se encontraron feroces realidades. Todo un espejismo. Igual que aquel en el que viven los ciudadanos de las Democracias que piensan, y hasta creen ilusamente, que todos sus representantes van a cuidar y cultivar sus derechos y libertades públicas.
DW.COM
   La película sobre Cheney nos adentra en los entresijos que llevaron a los Estados Unidos (EE.UU.) a la guerra de Irak, -en la que murieron cerca de un millón de personas-, tras la destrucción de las Torres Gemelas. Ahí estaba el vicepresidente, permitiendo torturas sobre los prisioneros, o la incitación a la justificación de una intervención internacional, bajo falsos informes ante la ONU (a la que se sumaron Gran Bretaña, y España, ésta bajo la presidencia de José María Aznar, con la esperpéntica foto de Las Azores, ninguneado éste último en la película). Paralelamente se llevó un control estricto sobre
 la información, tanto de los medios como dentro de la propia Casa Blanca, de la que luego desaparecieron millones de datos sobre esta crisis. 
   La figura, del que aquí fuera el principal instigador al conflicto, inicia su carrera impulsado por su mujer Lynne Cheney (interpretado por Amy Adams), el verdadero motor de esa obsesión y ambición por el poder, claramente expuesto en el film por la imposibilidad de hacerse ella merecedora de ese puesto por ser eso, mujer. Dick Cheney es dibujado en sus inicios como un caos en lo profesional y personal, para luego iniciar su trabajo como un gris funcionario y un tanto apocado.  
   Cheney da sus primeros pasos con Richard Nixon, que dimite por el caso Watergate, y posteriormente con Gerald Ford, momentos en los que coincide con Donald Rumsfeld, luego Secretario de Defensa al tiempo con Bush hijo. Será con este último con quien Cheney aprenda las estratagemas y los hilos de manejo de la presidencia. 
Resultado de imagen de Dick cheney y bush
G. Bush hijo y Cheney. De The New Yorker.
   En leves flashes se dejan caer otros peligrosos y torticeros manejos en la interpretación de la leyes, como la de retirada de impuestos a las transmisiones, apoyándose en mensajes trastocados de que con ello se beneficiaba a las clases más bajas en el escalafón social; el manejo impúdico para ello de la opinión pública con empresas expertas en manejarla, y con los medios de comunicación manipulados en un paso adelante fulminando el largo y hasta entonces valioso concepto del contraste en la información para aquellos.
   En el apartado de lo personal y familiar, con clara influencia en determinados periodos de la acción del vicepresidente, figura la aparición de otro tema tabú en la sociedad estadounidense como fuera la homosexualidad de una de sus hijas, fruto de las fuertes campañas republicanas en contra del matrimonio gay. Todos los trazos del personaje llevan a hacérnoslo oportunista, sin convicciones políticas, ni republicanas, donde le resituó su mujer, ni demócratas por mucho que apoyara a su hija, y con un único fin que es la acumulación del poder para la familia y los no explícitos pero lógicos lobbys carroñeros que al tiempo que ganan, alzan o mantienen sus secuaces.
   Quizás a lo que nos lleva en el fondo esta película es a conocer el origen, en parte, de cómo funcionan los hilos del poder y el cómo se llega a ocupar, o mejor dicho, a gestionar la administración de este imperio, o encajan en ese paradigma de inobservancia de la lógica de acción sobre lo público en el resto del mundo. 
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El presidente de EE.UU. Donald Trump. De BBC.
   La llegada a la actual presidencia de Donald Trump, aparentemente sin ninguna carga intelectual o discursiva, se apoya en mensajes-bomba de contenido en ciertos momentos hasta amorales, utilizando inteligentemente llamadas a ciertos instintos casi primarios que llegan por estudiados canales. En sus mensajes, mayoritariamente por redes sociales perfectamente diseñados, atiza sobre las almas más desesperadas de aquella sociedad, en lo económico, y en valores primarios, abusando de un maniqueísmo cortoplacista (ese lenguaje perverso y violento, del mismo cariz del que están abusando, no creo que inconscientemente, bastantes líderes de las derechas de nuestro país, independientemente de su torpeza intelectual).
Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Ciudadanos)
y Santiago Abascal (Vox). El Periódico.
   Lo triste es que este modelo ha ido germinando allende fronteras, o mejor dicho, se da demasiados dominios del poder, en cualquier punto del planeta. Y ahora, ese poder de la imagen y de las ideas cargadas de simplicidad y emotividad, se vierte por el minúsculo altar de los móviles que desplazó mayormente a la televisión en los hogares, y peor aún, en los parlamentos, modificando todo el marco legislativo e ideario de convivencia desde el mínimo poder local, al universal. Se trata de aquellos que se injertaron en la gestión de lo público para arrasarlo, en lo económico, y en lo estructural, con un acerbado interés en reducir o ignorar los derechos civiles y, traspasando muchas rayas rojas de los humanos.

   Como dice un amigo, "...que dios nos coja confesados". A lo que yo le cotejo: "...que nos coja nuestra conciencia, nos de un empellón para despertar y ver hacia dónde vamos". Todos.