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jueves, 4 de octubre de 2018

Coincidencias

Josep, la memoria sin rencor de Corbera d'Ebre   

   Huele a higuera sumida en el silencio. Un par de calles destripadas, salpicadas de piedras bajo balcones desgajados de sus muros; la piel de todas las casas atravesadas por vigas de madera que luego se cruzan en el firmamento, apuntalando en el cielo la iglesia o la luna.
   Los escombros y sus temblorosas ruinas, regurgitan arterias vivas, esculturas sacadas de secos troncos o retorcidos hierros que los artistas han convertido en un abecedario, de la A a la Z, alojando poemas sobre la existencia, la libertad, la imaginación ácrata de toda atadura estilística.
   Es Poble Vella en Corbera d'Ebre (Lleida), un pueblo asediado entre los dos frentes durante la batalla del Ebro en plena guerra civil; arrasado y yermo por las bombas que arrojaron los dos bandos, republicanos o nacionales, que se jugaban el avance definitivo. 
   Al final de la fuerte pendiente que baja al actual Corbera descansa, sobre una silla de enea, Josep. Tiene los ojos alegres; tan claros que resaltan a su moreno de piel, pequeños, como de niño. A sus ochenta y ocho todavía los entrecierra con picardía al recordar la negra noche al llegar a las Ramblas de Barcelona. Huían, a la fuerza, de las bombas. En el carro de su padre lleno de butifarra y calabaza. No les dejaron otra opción los milicianos para evitar la masacre. Pasó la familia esquivando durante aquellos días las más negras noches del bando nacional que salpicaban los campos de los alrededores de la capital catalana, escondiéndose, quietos como estatuas, bajo los olivos.
   Josep recuerda con estremecimiento muchas duermevelas; los aviones sobrevuelan aún sobre su almohada. Hace un par de horas el guía de la iglesia fantasma, Eloy, era rotundo, tajante, "si no es por la aviación nazi e italiana no gana la guerra el ejército golpista". La República pudo salvar los primeros momentos porque pagó a la antigua Unión Soviética los aviones y los militares formados para frenar a los sublevados. Madrid y Barcelona fueron claves. Gernika no se aleja de la retina de cualquier historiador y éste experto en historia militar afirma que fue demoledor a nivel psicológico.
   Los vecinos volvieron e intentaron levantar de nuevo las casas y labrar los campos, pero las minas y las bombas, aquéllas que no lograron quemar antes, segaron manos, arrancaban de cuajo las extremidades al rozar con arados. Eran demasiadas muertes. Había que construir el pueblo hacia la vega.
   Está anocheciendo. A las puertas de sus casas, en las que tuvieron que renacer al final de la contienda, un grupo de parejas de mayores se arracima con Josep. Arriba, al final de la cuesta, las escaleras acogen miles de lazos amarillos en las barandillas (algunos mayores no pueden hilvanar el castellano, mas se esfuerzan por buscar las palabras más ciertas a su corazón). 
   Sus ruinas son un monumento silencioso a la barbarie de la Guerra Civil. Cuentan su pasado con la fe de que no vuelva a ocurrir nunca, a ningún pueblo. Ahora les gusta que muchos forasteros se acerquen y charlen en las tardes con ellos y hasta se queden unos días para compartir su hermosa tierra.
   Ayer fue el primero de octubre, aniversario del fallido referéndum por la independencia de Cataluña. Su actual presidente Torra animaba a los grupos más violentos a continuar "dando caña". El expresidente Aznar compara lo ocurrido en este último año a un "golpe de estado" similar al que la Generalitat dio en 1934; "olvidándose" que el tremendo "golpe", vendría en julio del 36. Presenta un libro sobre el futuro, sin tener, o no querer dejar claro, cómo fue el pasado; recoge abigarrados párrafos incomprensibles excepto para emular su egolatría, y está falto de mensajes sobre diálogo o empatía, para salir de la encrucijada de este presente. 
Resultado de imagen de cuadro de goya pelea a garrotazos   Coinciden ambos en sus monólogos de locos apaleándose -como en el cuadro Duelo a garrotazos de Goya, pero desde el horizonte-, y a los que tristemente siguen ríos de hipnotizados.
   Sólo han pasado ochenta años de la guerra irracional y fratricida.Y muchos ya no quieren tener Memoria.
Mural "Guernica". Pablo Picasso (1 de mayo-4 junio 1937, París). Adquirido por el Estado Español ese año.
Hoy está expuesto en el Museo Reina Sofía, Madrid.

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