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domingo, 21 de mayo de 2017

Miradas

Cine. Compañía La Tristura.
Teatro contra los fascismos
  
   "Hay que replantearse la revolución. Más que cambiar el mundo, como decía Marx; hay que cambiar la vida, como decía Rimbaud. Hay que ir hacia una micropolítica de situación. Esto lo sabían perfectamente Guy Debord y los situacionistas. Hay que cambiar la manera de percibir el mundo". Leopoldo María Panero.

   La poética/política de Leopoldo María Panero es, junto con la trilogía teatral que me ha deparado la cartelera en las últimas semanas, un aldabonazo más a mi conciencia. El triángulo de Cinede Itsaso Arana y Celso Giménez, Himmelweg, "Camino-del-Cielo", de Juan Mayorga y Cáscaras Vacías de Magda Labarga y Laila Ripoll, han ido dejando un poso oscuro bajo mi piel mezcla de miedo, tristeza e ira. Me han abierto en canal al ser humano y mostrado, de nuevo, la soberbia, la desesperación y el pisotón al otro antes que llegue la bota a nuestro costado.
   En un momento de resurgimiento objetivo, y muy preocupante, de los fascismos, o su práxis emergente, en muchos gobiernos del mundo, y u asentamiento en el pensamiento colectivo, aprecio en las programaciones un crecimiento casi exponencial -quiero creer que con intención plena-, una serie de obras que vienen a recordarnos que no podemos quedarnos indiferentes.  La  Tristura nos habla en Cine de buscar una verdadera identidad. Nos narran el secuestro/robo a aquellos padres de un hijo, tras el final de la guerra civil española. Un acto inhumano se perpetuó hasta entrada la democracia (hoy en día siguen abiertos los casos en los tribunales hasta principios de los años ochenta). La búsqueda de identidad se debe sobreentender para con este país que tiene problemas para encontrarla y definirla (si no, observemos los problema identitarios y de convivencia entre regiones). Una obra donde confluyen monólogos, y cine (kiné) con escenas portentosas de "El gran dictador" de Chaplin. Un diálogo interno muy amenazador.
Himmelweg, de Juan Mayorga.
   De la sombra del personaje histórico que dio vida a aquel dictador de la ficción llega Himmelweg, "Camino-del-Cielo" de Juan Mayorga, dirigida por Raimon Molins y llevada al escenario por Atrium produccions. En un campo de concentración hitleriano los hombres corrientes, sumidos en la desesperación y el terror, asumen un invento/engendro de sociedad/mundo feliz, una teatralización de la vida, una perversión del arte, disfrazado de dramaturgia. El jefe del campo trata de engañar a la delegada de la Cruz Roja que allí se ha creado un mundo eficaz, sin fisuras imperfectas, donde si no llega la felicidad, la libertad del ser, sí se alcanza el aplauso injerto en mentes perversas por la organización de un decorado infalible, poco amenazador y con arreglo a las leyes universales. Y ese mundo es al que quieren abocarnos mandatarios desde la necedad y el discurso huero. A diario, a muy pocos metros de casa. 
Impactante escenografía de José Luis Raymond
para "Cáscaras vacías".
   Al final todos queremos ser Cáscaras vacías. Espeluznantes historias tejidas con testimonios del programa "Aktion T4", el código que los nazis dieron a la eutanasia dirigida a eliminar a personas con alguna diversidad funcional que consideraban "vidas indignas de ser vividas", "cáscaras vacías". Seis intérpretes que tejen, con su propia biografía, unos personajes reales que fueron gaseadas en el castillo de Hartheim. Al final, en su diálogo con el público se refieren sus esperanzas, los discursos tan similares a los que se escucharían en aquellos años grises. Un discurso teatral sobre la diferencia, lo raro, lo útil o inútil de las vidas de cada quien (una magnífica experiencia que da plena vigencia al teatro inclusivo). 
   Ante este crecimiento inusitado de fobias, persecuciones al diferente, la filósofa Adela Cortina nos revela que detrás de todo está la pobreza. En el eje de su Aporofobia, el rechazo al pobre (Editorial Paidós), está que “todos los seres humanos somos aporófobos”, aporta esta premio internacional Jovellanos 2007. En definitiva, desconfiar del extraño fue durante mucho tiempo una forma de defenderse de la amenaza de otros grupos tribales, pero también dentro del grupo surge el rechazo al pobre. Y ahora, en plena crisis económica, política, social y cultural no podría ser menos.
   Hoy, como algunos ya dijeron antes de ayer, vuelven a escucharse los mismos argumentos ante las tramas de tráfico de niños en la dictadura de España, de los fascismos aparentemente banales y torpes, bajo la idea de determinadas medidas sociales "para que sufran los menos", por la idea "natural" de que sobrevivan los que fueren más fuertes, generalmente, qué curioso, los acaudalados, a cualquier precio que, en definitiva, prevalezcan los "carnívoros" sobre los débiles.
   Como ya vaticinaron los versos del poema de Martin Niemüller (1892-1984) -alemán antinazi, preso en campos de concentración-, atribuido tantas veces a Bertolt Brecht:
   "Primero apresaron a los comunistas, y no dije nada porque yo no era un comunista. / Luego se llevaron a los judíos, y no dije nada porque yo no era un judío. / Luego vinieron por los sindicalistas, y no dije nada porque yo no era ni obrero ni sindicalista. / Luego se llevaron a los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. / Hoy vinieron por mí, pero ya es demasiado tarde."


Nunca la vida de un niño tendrá justificación alguna 
para hacerse oír o cambiar el mundo al gusto del asesino. 
Ninguna vida ajena. Nunca.
Por los asesinados en Manchester.