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sábado, 30 de mayo de 2015

Miradas atrás

SOS: Quiero ser cómico, ¡mierda!

Los cómicos ambulantes (1793-94) 
de Francisco Goya.
www.museodelprado.es
   No soy guapo, ni alto, ni tengo los dedos alargados y angulosos de pianista. Soy más bien rechoncho, cano, de calva rala, y la dentadura me deja claroscuros por falta de algún molar; pero suelto carcajadas atronadoras que surgen de este enorme pecho velludo, y unos hombros mullidos, cálidos, tan acogedores que quienes me abrazan no se descuelgan, aún cuan les rozo con esta barba ya algodonosa. Me gusta que el público suba hasta el marco de cualquier cuartucho que hace de camerino. Esta tarde, aquí arriba, tras el escenario semidesnudo (tan sólo una percha con cuatro telas negras, dos floretes y una daga), de suelo y techo, escaleras y baranda, también negras, oigo a Carlos que murmura "sube le hará mucha ilusión, es lo que más agradece". 
Juan Carlos Puerta, cómico, actor... 
   En la puerta del pequeño teatro un cartel: Don Juan 3.0, una parodia reducida del texto de Zorrilla, donde la Pili, con la que habla por el móvil en plena función, tiene rostro, es una amiga de siempre; mientras, dos franceses, siglo Luis XVI, buscan a Inés con desparpajo, "para abrazarla, que si no me toca con el José Luis". 
"La boñiga es de provecho",
asevera "doña Inés", 
José Luis Matienzo,
director de Escarramán Teatro.
   Compañía escasa donde el director cuenta con un par de actores, uno hábil y el otro más tonto que un haba, porque: "... hay días tontos, pero tontos todos los días como vosotros; ¡Señor, te los llevas o te los mando!"; en un país al que le viene al pelo esta figura para endosársela a tanto figurón y politicón, entre sonetos de un Quevedo sin remilgos, malauva, pendenciero (en unos días Santa Teresa, Calderón, y hasta Ionesco). 
   Quince personas, a diez euros entrada, un ventoso y lluvioso domingo de marzo, en el prolegómeno del partidazo, dios mío, Madrid-Barcelona. Antes, terror, que no sé si llegamos, se me estropeó el coche Miguel, no tengo pelas para arreglarlo, lo haremos Ángel y yo, con un martillo, y el faro lo compro en un desguace. ¡Y el IVA, un 21%! Lo que vende es lo que sale en la televisión, los monólogos, que están bien, pero no es teatro. Nosotros queremos ser cómicos, pero no de aquel pelaje que Fígaro, Mariano José de Larra, dibujó en su "Yo quiero ser cómico" (La Revista Española, 1 de marzo, 1833): "... ¿Y qué sabe usted? ¿Qué ha estudiado usted? -¿Cómo? ¿Se necesita saber algo? [...] -Sabrá de memoria los clásicos, y los comprenderá, y podrá verter sus ideas en las tablas. -Perdone usted, señor. Nada, nada. ¿Tan poco favor me hace usted? Que me caiga muerto aquí si he leído una sola línea de eso, ni he oído hablar tampoco... [...] ¡Usted será cómico, en fin, o se han de olvidar las reglas que hoy rigen el ejercicio!".
La Recua Teatro.
   Casi siglo y medio después no es el caso de quienes nos hemos crucificado en esta profesión, ni del público que nos empuja a subir a las tablas. Es el pensamiento de quien rige teatros y empresas, de políticos que se ajustan a ese papel calcado de Larra: la ignorancia que les persigue y abundan.
   Al día siguiente el uno a la empresa a las ocho, el otro, jubilado prematuro, a la tarde, a un instituto donde reponer un montaje sobre Antonio Machado; el tercero una hora de entrenamiento de florete y luego a estudiar, crear algún poema, pasar ficha del paro, y a esperar que esto escampe, o peor cruzar el charco hasta la América chica. No atisbo el final de este túnel, ni carros de tartana, ni siquiera eBirdman de la gran pantalla, en esta puta realidad, mi fracaso como actor, como marido y como padre (un padre ausente alienado por la búsqueda del éxito, ahora pidiendo casi limosna para comer), que ni aún abarrotando los patios de butacas, salimos del atolladero. A veces, las más, treinta euros después de gastos, para cenar los tres. Aún invitamos a los amigos, público "cautivo" de nuestras vidas, sustento del aplauso fiel. 
Ángel Gonzalo, actor, cómico...

   Se baja el telón. Oscuridad y maltrago. Mañana, de seguir así, nadie lanzará al verme entrar al teatro de cualquier pueblo, o en la calle al bajar de un carro de cómicos, un  "mucha mierda". No habrá función.

martes, 12 de mayo de 2015

Miradas atrás

Chapapote:
La tragedia a la que la cuenta atrás nunca llega


La cuenta atrás, parte I
(Faktoría de Libros, 2008).
Una historia sobre el Prestige.
Guión de Carlos Portela.
Ilustraciones de Sergi San Julián.

   Hoy vuelvo a ver el pisar inestable de los mismos trajes blancos con máscaras y gorros sobre el moco negruzco en las playas del aturquesado mar de las Islas Canarias, donde unos lazos de muerte ondulan y se ensanchan como trenzas inabarcables de la perca. Trece años atrás el chapapote se pegaba a mi piel, me destrozaba estos músculos inhábiles para levantar las palas de aquel chicle mortal al arrancarlo de los roquedales gallegos (la inquietante costa de la Muerte). Al caer la noche, mientras una borralla empapaba nuestros retomados jeans, el televisor mostraba las imágenes del desastre con miles de voluntarios plastificados; un ministro de Interior, qué coincidencia, Mariano Rajoy, reducía a "hilitos de platilina" aquel veneno. ¡Cara plastilina para las arcas públicas; el equivalente a diez mil millones de euros!
Voluntarios contra el chapapote.
es.wikipedia.org

  Hoy siento que debemos volver a luchar "A palás” con el chapapote, y con políticos como aquel. No aprendimos nada. No sirvió de nada. No sirven, éstos, para nada. 
   Entonces me desahogué en una cuartilla blanca donde unas cuantas palabras me ligaban con un pueblo para siempre. Ahora, el pueblo canario, también parte de mi placenta como hombre, ha librado hasta hace pocos días la batalla contra las plataformas petrolíferas y sigue pendiente de los temblores volcánicos. Las islas afortunadas se enfrentan a "una guerra contra sí misma, la búsqueda de la paz que perdió cuando un buen día una ciudad fantasma flotante se hundía en sus costas e inundaba de muerte los fondos marinos", como Galicia. El fuel negruzco que se agarró en aquella tierra, y a las entrañas que le dan la vida, levantó un ejército que a fuerza de palás luchó contra un enemigo que se desfigura en formas minúsculas y asesinas que se propagan por las corrientes y olas de un mar embravecido.
   Qué triste no repetirse aquel ejército de “voluntarios anónimos”, para quitar el "piche" como lo llaman allí. Nadie dio la alerta. Canarias nos la hacen lejana, eso sí, pizpereta. Por eso me duele comprobar, una vez más, que la península la tiene como trastienda de mar y playa, colorida en carnavales, dicharachera, melosa y sensual, musical como su isa. Pero si acaso la viéramos de pronto vestirse lentamente de luto, será porque los ojos de su alma avistan que la mortaja se va extendiendo en ese trozo de mar ya muerto.
Triste gaviota sobre la mancha parduzca de muerte.
www.estrelladigital.es

  Quiero ir allí con mi pala, antes que corra la hora que mi reloj marca de diferencia, antes que el chapapote se quede muy adentro, tanto que arrase el alma de quienes allí llegué a amar. Temo que la cuenta atrás para el final de esta pesadilla nunca llegue.